“Disfrutando de noches de esas que ya no se dan. Pero queriendo volver a la última vez que a los ojos te miré. Debí tirar más fotos de cuando te tuve. Debí darte más besos y abrazos las veces que pude”. La letra corresponde a fragmentos de la viral canción de Bad Bunny. Sí, quizá me usted me hacía más leyendo a Lorca o a Neruda, pero uno no es de piedra y sucumbe a un estilo de música que muchos incluso no consideran ni siquiera música.
No se abrirá en esta columna ese melón, a pesar de que ganas no me faltan. Porque si por algo traigo esos versos del artista puertorriqueño es porque son una enseñanza vital fabulosa que el deportivismo, en este tramo final tan tranquilo que puede parecer hasta anodino, quizá deba interiorizar de manera obligada.
Yeremay Hernández amagó el pasado de invierno con salir. Y sus palabras fueron tan sinceras e inesperadas que generaron muchos traumas preventivos a pesar de que tan solo mostraban incertidumbre. Después de aquella confesión, la hinchada deportivista vive con miedo a que llegue el momento en el que esas incertezas se conviertan en realidad. Tanto que, en muchas ocasiones, enfoca una nueva exhibición del canario no como un hito extraordinario del que disfrutar, sino como algo que lo acerca un paso más a alejarse para siempre.
Es lógico tener miedo al adiós. Pero mientras eso no sucede, yo prefiero seguir sonriendo cada vez que me levanta de la silla y me hace llevarme las manos a la cabeza. Porque así, al menos, no me arrepentiré de no haber tirado más fotos cuando pude hacerlo.