En el mundo del deporte jamás deberían de aparcarse las más elementales conceptos de ética y de respeto. Eso sí que es creer en una idea. Las ideas, al menos las buenas, no deberían de conllevar asaltar al vecino como el pez grande que come al chico, que a este igual hasta le acaba creciendo la boca y se vuelve devorador. Porque algún mordisco ya te ha dado y bien que dolió. Quizás pudiese haber sitio para todos en un marco de buena convivencia, pero igual resulta que la idea en que se cree tiene que ver con desvalorizar al competidor a base de bulos, minusvalorar esfuerzos ajenos o aprovechar la vulnerabilidad de jóvenes deportistas y descargar en ellos responsabilidades. Al final siempre quedará la mejor idea: jugar por ganar, pero sobre todo por diversión. Lo demás es basura y va siendo hora de recogerla.