San Juan... Copa
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El técnico del Liceo termina reforzado su octava temporada al frente del equipo pese a la derrota en la final de la Liga contra el Barça Su experiencia y mentalidad ganadora, decisivas en un curso de notable
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Juan Copa | Patricia G. Fraga

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San Juan ¡fuera lo malo! Anoche A Coruña celebró una de sus fiestas favoritas en la que la tradición manda quemar en las hogueras todo lo negativo del año para dar paso a lo bueno. En el Liceo también tienen su San Juan, su San Juan Copa. El entrenador verdiblanco sale reforzado de su octava temporada al frente del equipo, camino de la novena (y las que vendrán siempre y cuando él quiera y aguante), pese a la derrota en la final de la Liga frente al Barcelona. Ni con su aura pudo obrar el milagro. “El deporte te da estas hostias”, reconocía después de la derrota en el Palacio de los Deportes de Riazor en el tercer partido, teniendo que presenciar el alirón azugrana en su propia oficina. “Me voy jodido”, decía con los ojos vidriosos, emocionado por el adiós, pero esperando el momento de que la sabia perspectiva le permita analizar el curso sin el poso amargo del 3-0. Al fuego con él y un lavado de cara con las hierbas purificadoras para limpiar el recuerdo y despejar la visión de un futuro en el que el proyecto liceísta todavía tiene muchos etapas que quemar.

 

 

 

Porque la temporada ha sido buena a nivel particular y grupal. Quizás faltó el sobresaliente, pero tirando de notable para arriba. “En el Liceo no existen las temporadas de transición”, se repite. La exigencia siempre es máxima, sin atender a las circunstancias. Volvía a empezar con muchos cambios, con movimiento de piezas y nuevas apuestas, la juventud al poder, intentando mejorar la propuesta ya en el presente, pero también con una visión de largo alcance. Arriesgando, en unos casos con acierto, en otro no tanto, pero con todo el trabajo que supone volver a crear prácticamente desde cero, improvisando ante la falta de un interior y con problemas desde el inicio, incluso con protagonismo del fuego, ya que los incendios en Portugal impidieron la gira por el país en la pretemporada, reduciéndola a un par de test menores, sin los internacionales, lo que pesó en un inicio irregular del curso.


El Liceo cayó en las semifinales de la Supercopa que acogió en el Palacio y después encadenó tres derrotas en las cinco primeras jornadas de la Liga. Pero Keep Calm & Juan Copa, un eslogan que no se cansaron de invocar desde el club y que incluso han estampado en una camiseta. Todo tiene un tiempo y un proceso y la experiencia del entrenador coruñés incita a mantener la calma. Con la ayuda de los capitanes, en especial de Dava Torres, empezó a asentar los roles, a darle su toque ya no solo táctico, sino casi psicológico, trabajo fuera de la pista para exprimir al máximo a cada uno de sus jugadores a nivel individual pero para que lo pongan al servicio del grupo, de un sinfonía coral.

 

 

Y así fueron mejorando, teniendo claro el entrenador que se empezaba por la defensa, y acabando la primera vuelta ya en la segunda plaza que afianzaron en la segunda y compatibilizando todas las competiciones, sin desatender ninguna, con las semifinales de la Copa del Rey y los cuartos de la Liga de Campeones entre sus metas. Solo una tanda de penaltis les dejó fuera de la Final Four europea, donde además se coronó su verdugo, el Barcelos. “Un ejemplo a seguir”, destacó el técnico, tirando de esas similitudes que unen a dos clubes que a un lado y al otro de la frontera luchan contra la supremacía de los clubes de fútbol. La guinda fue el playoff. Agónico y épico a partes iguales. Las semifinales contra el Reus fueron la culminación, uno de sus mejores momentos (quitando los títulos) y a la vez, una liberación. Su pizarra fue decisiva, pero también su poder de convicción y mentalización de que nada era imposible.

 

Año más personal


Ese factor psicológico le acompañó a la final, que empezó invocando a Fernando Marcos, la persona que le abrió la puerta de los banquillos y al que acababa de perder solo unos días antes. Su lucha le sirvió de ejemplo y probablemente no descansará hasta poder dedicarle el título que se merece como en su día ya pudo hacer en la Copa del Rey con su padre y en la Liga con otro de sus padres deportivos, Vicente Torres.


Y es que esta fue su temporada más personal. Separaron tanto, marcaron tan fuerte esa línea roja de separación entre lo profesional y lo familiar (cuesta incluso encontrar una foto en la que salgan juntos), que a veces casi se olvida que Juan Copa y Jacobo Copa son padre e hijo. Era un reto añadido. Lo han superado con nota. 


Esta temporada también le sirvió para que convertirse en el segundo entrenador de la historia del Liceo con más partidos dirigidos superando a Andrés Caramés. Ya solo tiene por delante a otro, bastante más inalcanzable: Carlos Gil. Terminó el curso con 337 encuentros por los 817 del argentino. Claro que si Copa se lo propone...  

 

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