Cuando terminó el último partido de esta temporada del Liceo en el Palacio de los Deportes de Riazor, el que dio el título de la OK Liga al Barça en la final del playoff, los aficionados verdiblancos se pudieron despedir de los cuatro jugadores que este verano tomarán caminos diferentes: Fabrizio Ciocale, Martí Serra, Pablo Cancela y Tato Ferruccio. Lo que no se sabía entonces es que faltaba un adiós, el del preparador físico Marc Godayol. El catalán se había dado hasta final de curso para tomar una decisión, aunque en el fondo de su subconsciente esta llevaba mucho tiempo tomada por más que no quisiera afrontarla. Después de cuatro años, era el momento de volver a casa. “Mi cabeza y mi corazón me lo dijeron. Soy una persona muy familiar. Este fue un año muy duro por el fallecimiento de mi abuela y como también he sido tío, sentía que me estaba perdiendo muchas cosas. Han sido cuatro años maravillosos y estaré toda la vida agradecido al Liceo”, dice.
Una cosa tan gallega como la morriña le lleva de vuelta a Cataluña. “Mi abuela era como mi madre, me crió ella. Entonces ya me costó mucho y tuve una época en la que estuve bastante tristón. En Navidad tuve una reunión con Juan Copa y desde entonces estuve mejor, pero no paraba de pensar en mi familia y me daba cuenta de que mi etapa se estaba acabando. Me intenté centrar en el trabajo y no pensar en eso. Me decía: ‘Vamos a ganar la Liga y después ya orientas tu futuro’. Y cuando terminó, mi cabeza y mi corazón me lo dijeron”, explica.
Había llegado el momento de decir adiós, por más que a algunos les pillara por sorpresa, no a Juan Copa, que de tanto convivir eran como un matrimonio y, como tal, se entendían sin necesidad de hablar. “Él se lo imaginaba porque sabe cómo soy. Sabe que soy una persona muy familiar y vivió de cerca conmigo el tema de mi abuela. Fue difícil la conversación con él, pero las cosas se tienen que hablar y se tienen que hacer. Y Juan lo ha sido todo para mí en estos cuatro años y sabe que lo mejor era marcharme y estar en casa con los míos”, apunta.
La relación con el entrenador coruñés ha ido más allá de lo profesional y pasó a ser prácticamente uno más de la familia, con un plato en la mesa siempre preparado para él. “Bego (mujer de Juan Copa) ha sido como una madre. Y Juan me quedaría sin calificativos. Ha sido un amigo, ha sido mi entrenador, me ha apretado, ha sacado la mejor versión de mí, me ha enseñado muchas cosas de hockey, pero muchas, muchísimas. Y he aprendido de hockey, pero también de la vida, de cómo gestiona las cosas a nivel familiar o en su día a día. Me gusta su manera de pensar”, insiste.
Los sentimientos son contradictorios. Por un lado se va “feliz”, habiéndose “dejado la vida y el alma” por el Liceo. Por otro, sabe que es un momento dulce en el club y que probablemente lo mejor está por venir. “Se lo he dicho a los jugadores con los que he hablado estos días por teléfono. Me da pena porque sé que el año que viene la van a liar”, vaticina. Por eso la decisión fue complicada. “Es que he estado en el que para mí es el mejor club del mundo, con un equipo increíble, con gente maravillosa... Entonces, pensaba si podía seguir un poco más. Pero al final creo que era hora de coger las mochilas y de ser sincero con la gente y conmigo mismo marchándome para casa”, añade.
Si algo ha aprendido en sus cuatro años en A Coruña es que en el Liceo solo se puede estar al 100%. “Los jugadores te lo exigen, el entrenador te lo exige, el staff te lo exige, tú te lo exiges... solo así se puede hacer todo lo que se hace”, cuenta. “El ADN en el Liceo es ir a muerte cada partido y cada entrenamiento y estar a lo mejor no al 100%, porque es imposible estar todo el año al 100%, pero siempre intentar dar tu mejor versión. Y claro, cuando no estás bien, pues no puedes dar esa mejor versión. Y cuando quieres a un sitio, y a la gente, pues se tiene que ser honesto y tomar decisiones”, admite Godayol.
Portero en el Vic desde los 4 hasta los 23 años y preparador físico tanto de su club (donde conoció a Dava Torres) como de las selecciones españolas sub-17 y sub-19, aterrizó en la ciudad en el verano de 2021, justo después de morir su padre. Y fue llegar y besar el santo con el título de la Supercopa de España al inicio de esa temporada y el de la Liga al final. Unos éxitos ligados a una filosofía que va unida a la camiseta. “A mí lo que más me ha gustado es la garra, el carácter, la manera que tienen de trabajar, de vivir, y sobre todo, de entrenar”, comenta y reconoce que aunque suene a tópico hablar del ADN, es la realidad que ha vivido en estos cuatro años: “Dudo que haya clubes, ya no digo solo de hockey, sino de cualquier deporte, que se viva y que se trabaje como en el Liceo y que el entrenador transmita lo que transmite Juan. Eso es una de las cosas que me llevo para casa, porque realmente en los cuatro años podría contar con una mano los entrenamientos en los que no se ha trabajado bien o que ha habido un mal día. Siempre hay algo positivo y siempre se ha sacado algo, entonces esto es increíble”.
“Podría contar con una mano los días malos de entrenamiento en cuatro años”
Se escapó, no obstante, la guinda del pastel, lo que hubiese sido la despedida ideal con el título de la OK Liga en la final contra el Barça. “Después de lo que hicimos contra el Reus, fue una pena”, reconoce. “Yo no quería pensar en nada más y solo estaba centrado en ganar la Liga. Cuando acabara ya se vería, pero quería centrar toda la atención en ella y darlo todo”, sigue. No cree que de haberla ganado hubiese cambiado su decisión. “Solo me hubiese ido más contento, eso sí que habría cambiado”, se ríe. Lo tenía claro y aun así todavía le da algunas vuelta. “Es que he estado muy bien y al final la cabeza te va a dos mil por hora y te preguntas si estás haciendo bien. Pero también creo que soy una persona bastante transparente y se me nota todo. Seguramente hubiese podido hacer cosas mejor, como todo en la vida, pero me voy contento porque he conocido a una familia increíble y tranquilo porque me lo he dejado todo y he dado mi vida por el Liceo”. Ahora será un fan más por las pistas catalanas.
Boira, la perra que adoptó en A Coruña, ya está con él en Cataluña |
Marc Godayol no se fue solo de A Coruña. En casa ya tiene consigo a su perra Boira (que significa niebla en catalán), adoptada en la ciudad y que ha sido su compañera estos últimos años, con la que se le podía ver corriendo por las tardes por el Paseo Marítimo.
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