La historia de Pilar Casares, a toda vela desde A Coruña para el mundo
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La historia de Pilar Casares, a toda vela desde A Coruña para el mundo

La navegante coruñesa es la única mujer de la embarcación que intentará batir en 2025 el récord de la Vuelta al mundo en sentido oeste
La historia de Pilar Casares, a toda vela desde A Coruña para el mundo
Pilar Casares, al timón del Maxicat Victoria | Delphine Trentacosta

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“¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento y antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento?”, (El mar, Jorge Luis Borges).


Suena el teléfono desde algún punto al sur de las Azores, en la inmensidad del Atlántico. Es Pilar Casares Carmona (A Coruña, 1975), la única mujer en la tripulación del Maxicat Victoria de Álex Pella. Regresa a España después de batir el récord de la Ruta del Descubrimiento: de Huelva a La Gomera y de La Gomera a San Salvador (Bahamas) en 9 días, 17 horas, 41 minutos y 41 segundos. Es el mismo recorrido que un tal Cristóbal Colón cubrió en 70 días allá por 1492. La coruñesa y sus compañeros de aventura ya establecieron hace unos meses el mejor registro de la Vuelta a España a vela: Getxo-Barcelona en 4 días, 17 horas, 14 minutos y 46 segundos.


Están conectados con tierra por medio de un satélite, pero la llamada se corta. El teléfono suena dos días después. Pilar transmite pasión verdadera por el mar, su medio de vida, mientras el catamarán navega contrarreloj a unas 700 millas náuticas (1.200 kilómetros) del estrecho de Gibraltar. El objetivo ya no es el récord. La meta es llegar a Dénia (Alicante) antes de Nochebuena. Amarran el 24 de diciembre por la mañana, justo a tiempo para reunirse con sus familias.
 

La Vuelta a España y la Ruta del Descubrimiento solo son dos travesías de preparación. En noviembre de 2025 emprenderán el reto definitivo: la Vuelta al mundo en sentido oeste, más de 30.000 millas (55.000 kilómetros) con salida y llegada en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), pasando por el cabo de Hornos, el estrecho de Torres, el cabo de Buena Esperanza y la isla de Flores (Azores), como hiciera en 1522 Juan Sebastián Elcano, el capitán de la primera nao que circunnavegó el planeta. Les esperan más de 100 días en el océano, sin escalas ni asistencia externa.

 

Maxicat Victoria Delphine Trentacosta
El Maxicat Victoria, un catamarán con 33,5 metros de eslora, 17,5 de manga y 42,6 de mástil | Delphine Trentacosta


Pilar Casares ha pasado tres semanas en el Maxicat Victoria, legendario multicasco construido en 1999 y doble ganador de la regata oceánica más conocida del mundo (The Race), con 33,5 metros de eslora, 17,5 de manga y 42,6 de mástil. “Solo pasar por la red es una aventura, está llena de cabos”, detalla la coruñesa, que debido al fallecimiento de su madre no pudo completar la primera etapa desde Huelva. “Fueron momentos muy duros, pero no haber venido hubiera sido dejar atrás una oportunidad muy buena para mí”, se sincera la navegante, que el 2 de diciembre se embarcó en La Gomera y no se bajó hasta el 24 de diciembre en Dénia.


En ese período no durmió más de dos horas seguidas. En las travesías oceánicas hay un sistema de rotaciones muy estricto: tres horas de guardia, con dos tripulantes en la cubierta que se turnan con las escotas y el timón; otro navegante en stand-by por si hay alguna maniobra, hora y media que aprovecha para comer, asearse y ordenar un poco, y otros tres con 90 minutos de descanso. “Se pasa el día volando y ni te enteras. La gestión del sueño es lo más complicado. Los primeros días no dormía mucho porque es un barco de movimientos bruscos y acumulaba cansancio”, recuerda Pilar, que narra la extraña sensación del cambio horario en un barco.


“Cada 15 grados navegados hay una hora de diferencia y en este barco navegamos 8 o 10 grados al día. Es una cosa paulatina, pero se nota un montón por la luz del sol y te hace perder un poco la noción del tiempo. No sabes si es martes o miércoles, 18 o 19. Salimos con la hora de Canarias y no la hemos cambiado por las guardias”, razona la coruñesa, que en la Ruta del Descubrimiento no tiene tiempo para disfrutar del turismo o el ocio.


“No me hubiera importado parar en las Bahamas o ver las Azores, pero pasamos de noche y no vimos nada. En el océano solo hay agua, aunque cambia mucho el paisaje por las olas o el cielo por la nubosidad y cuando viene un frente. De noche puedes ver el reflejo de la luna en el mar y una cantidad de estrellas que no ves cuando estás en tierra. En este barco que va tan rápido, casi siempre por encima de 15 nudos (27,7 kilómetros por hora), no hay mucho tiempo para la evasión: no puedes leer ni echar una partida de cartas porque vuela todo (risas)”, arguye Pilar, que recuerda el peor momento de la travesía camino de San Salvador.

 

 

 

“Íbamos sin velas, planeando las olas a palo seco, haciendo alguna punta de 20 nudos con vientos entre 44 y 55 nudos (entre 83 y 101 kilómetros por hora). Da mucho respeto. ¿Miedo? No, porque el barco no da sensación de peligro y la tripulación es gente que da mucha seguridad. Van tres superhéroes del mar”, recuerda Casares, que se unió al desafío tras la llamada de Álex Pella, una leyenda de la vela oceánica. Tiene en su poder el récord de la Vuelta al mundo en sentido este (40 días, 23 horas y 30 minutos) y acumula más de 400.000 millas navegadas.
 

‘La Vuelta al mundo pa’ darle la vuelta al mundo’, como le llama Pella, es el reto dentro del Trofeo Elcano que se han planteado el capitán y su tripulación a bordo del Maxicat Victoria, un multicasco que destaca por su velocidad y también por la economía circular. “En este mundo tan contaminado por los plásticos, este barco no contamina nada porque vamos a vela y tenemos generadores eólicos y placas solares con las que nos abastecemos. Todo el embalaje es de cartón y tela y en veinte días solo hemos generado tres bolsas de basura, algo impensable para mí hasta ahora. Intentamos visibilizar un mundo sin plásticos”, entona Casares.


La coruñesa es la única mujer de la tripulación en un deporte muy masculinizado. “Partimos de la base de que somos muchas menos chicas, y normalmente tenemos menos fuerza física. No es fácil”, asume Pilar, que completó sus primeras travesías a los once años, a bordo del Carozo, un velero de la clase Manzanita de su padre, Maxi Casares. “Es mítico. Tiene más millas que todos los barcos del Náutico”, presume la navegante.


“Me introdujo en este mundo desde muy pequeñita. Íbamos a todas las regatas. Me llevaba de A Coruña a Vigo, a Cedeira o a Viveiro sin luz de navegación y con un candil de petróleo. Cuando se lo cuento a la gente me preguntan si estoy de coña. Eran súper aventuras”, rememora la regatista, que se enamoró de la vela y el mar para toda la vida.

 


 Participó en grandes proyectos como el Estrella Galicia y en travesías de 600 a 1.000 millas, como la Admiral’s Cup, la Comodores Cup, la Middle Sea Race o la Rimini-Corfu-Rimini, también lidera equipos femeninos en el circuito femenino de Match Race, la Liga Iberdrola o la regata Princesa de Asturias y fue la directora deportiva del Reto Pelayo Vida 2021, una travesía desde Vigo hasta el círculo polar ártico junto a cinco mujeres que sobrevivieron al cáncer, pero le faltaba un gran desafío de vela oceánica en su historial.


“Cuando era más joven me apuntaba a todo lo que podía. Entré en varios equipos e intenté participar en la Volvo Ocean Race, pero para las mujeres pequeñas como yo hay pocas oportunidades. Normalmente meten a un tío de cien kilos, súper fuerte. Siempre había soñado con algo así y me habría gustado hacerlo cuando era más joven, sin llevarme a mis cuatro hijos en la cabeza. Cuando los tuve perdí un poco la ilusión de la vela oceánica, pero cuando me llamaron para ir a Islandia volvió a surgir y es entonces cuando me pusieron en contacto con Álex Pella, que buscaba una mujer para su tripulación”, recuerda.


Durante la Ruta del Descubrimiento echó de menos a Rafa (16 años), Juan (15), Jorge (13) y, sobre todo, a Pilar (9), pero tiene sentimientos encontrados. “Los mayores, que ya son adolescentes, tienen el tiempo más presente, pero la pequeña no es tan consciente de lo que son veinte días sin mamá. Como son tantos, cuando estoy con ellos acabo un poco saturada (risas), pero ahora que estoy sin ellos los echo mucho de menos, aunque tener tiempo para una misma después de tantos años está bien”, se sincera.


Así es Pilar Casares, licenciada en Químicas y graduada en la primera promoción de Patrón de Altura por la Universidad Laboral, que en 2009 montó junto a su marido, Rafa, una empresa de asesoramiento náutico, alquiler de embarcaciones y reparaciones: Bigboy Náutica. “Cuando vi que trabajar y ser madre era tan complicado, nos metimos a autónomos. Abrimos en 2009 en A Coruña y después nos trasladamos a Mallorca porque había más potencial. Nos va bien”, celebra la mujer que no puede vivir sin el mar: “No me imagino la vida de otra manera. Si me voy al interior, a los cinco días me angustio, noto que me falta algo”.

 

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Pilar Casares (abajo a la derecha), junto a Álex Pella (a su lado) y los otros cinco tripulantes del Maxicat Victoria | Delphine Trentacosta

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