“¡Pero qué alto eres! ¿Cuántos años tienes?”. Dika Mem, capitán del Barcelona de balonmano, se quedó impresionado al conocer a Derek Ortiz (A Coruña, 2010). “Y eso que aún me queda por crecer, me han dicho que llegaré al 1,95”, apunta desde las alturas. El encuentro se produjo cuando estaba visitando La Masia, la fábrica de estrellas culés que el año que viene será su casa, y tuvo la suerte de presenciar un entrenamiento del primer equipo y conocer a algunos de sus ídolos. “Muy majo, la verdad. Tiene mucho flow”, dice Ortiz, que pese a sus 15 años se desenvuelve y expresa con desparpajo. Es una mezcla explosiva de sangre cubana (aunque solo estuvo en la isla una vez cuando todavía iba en pañales), berce coruñés y un físico imponente que hizo que se lo rifasen en todos los deportes por los que fue pasando en el colegio Liceo la Paz, desde el fútbol hasta el voleibol pasando por la natación en incluso el hockey sobre patines. “Pero el balonmano era el que se me daba mejor y tenía más posibilidades”, señala. Tanto que pronto se le quedó pequeño lo que empezó como una actividad extraescolar. Pasó al Línea 21 y ahora, al Barça, para el que tampoco pasaron desapercibidas sus cualidades.
Y no es el final del camino, sino el principio: “Mi sueño es ganar títulos, llegar a la selección española y ser uno de los mejores jugadores”. Y por qué no soñar despierto. Porque lo que está viviendo es lo que más se le parece. De entrenar los miércoles de cinco a seis de la tarde, cuando empezó siendo alevín, a fichar no solo por el mejor equipo de España (el dominio azulgrana de la Asobal es todavía mayor que en el del equipo culé en la OK Liga de hockey sobre patines) y uno de los más destacados a nivel europeo, sino también por probablemente una referencia a nivel de cantera y el trabajo con ella. “Yo jugaba por diversión y tal”, narra con el mismo flow que atribuye a su ídolo, con el que también tiene en común que es zurdo y lateral derecho. “Pero yo aspiro a ser mejor que él”, bromea. “Los laterales somos los que más atacamos cuando el ataque es posicional. Estamos en primera línea”, explica Ortiz sobre su posición.
“Me presentaron a mi ídolo, Dika Mem, que se sorprendió por mi altura y preguntó por mis años”
Al principio era solo una diversión, pero era muy evidente que tenía unas muy buenas condiciones y que además se le daba bien y ya en el Liceo se proclamó campeón gallego alevín. “El padre de un amigo y compañero, Abel Valcárcel (exjugador del OAR), que ahora era mi entrenador, nos trajo al Línea 21 a cinco o seis jugadores cuando pasamos a infantil para que siguiéramos creciendo”, continúa, “y la verdad que hicimos muy buen grupo, nos familiarizamos rápido con los demás compañeros y creamos una bonita familia”. Y eso se tradujo en buenos resultados. “Ese mismo año ya estuvimos en la final a cuatro y casi nos clasificamos para el Campeonato de España”, recuerda. Pero cada vez había más exigencia y el verano pasado ya le tocó tomar una decisión importante, que era o fútbol, ya que jugaba en el Victoria, o balonmano. “Me coincidían los entrenamientos a la misma hora y aunque son dos deportes que me gustan más o menos por igual, al final tiré por el balonmano porque creía que se me daba mejor y que podía llegar más lejos. Me la jugué bastante”, se ríe.
Pero todavía le quedaría por tomar otra decisión mucho más importante. Sabía que el Barça, así como otros equipos de primera categoría, le seguía los pasos porque ya se había acercado a él en algunas concentraciones con la selección española de jóvenes talentos, pero cuando la llamada se hizo oficial, ya no era solo pensar en dejar atrás su ciudad, su familia, su colegio, sus amigos y su equipo. Era casi una decisión vital porque dar el paso significaba una apuesta por dedicar su vida al balonmano, eso sí, sin descuidar los estudios.
“A la llamada reaccioné tranquilo, muy calmado, porque yo ya sabía que me estaban mirando desde hacía tiempo y en una concentración con la selección española se infiltró por ahí uno de los directores deportivos del Barça y me dijo que querían ficharme”, explica. “Siempre había pensado: ‘Imagínate si te ficha el Barça’. Y cuando pasó de verdad, ni me puse a saltar ni nada, me quedé reflexionando, pensando si de verdad era lo que quería porque si iba allí no era para mirar las musarañas. Entonces fue más bien un proceso de mentalizarse y pensar si de verdad quería eso con 15 años. Pero al final me dije que es una oportunidad que pasa solo una vez y hay que aprovecharla al máximo”.
“Cuando me llamaron no me puse a saltar ni nada, me quedé pensando si era lo que quería”
Sorprende esa madurez. “Es que si no fuese así, tan maduro, y además que le fuera tan bien con las notas, yo creo que sería inviable dar este paso”, confirma su madre, Daulema Delgado. “Yo creo que está preparadísimo. Nosotros siempre le hemos apoyado en todo, le hemos dado todos los instrumentos. Y ahora le toca a él seguir esforzándose”, añade y cuenta que el fichaje fue un proceso lento: “Primero estuvieron mirándole en el CESA en enero, en Cataluña, después lo llamaron al Centro de Alto Rendimiento en Sierra Nevada y ahí ya se decidieron. Estuvimos haciendo vídeollamadas y todo esto lo mantuvimos en secreto porque la confirmación no llegaría hasta que pasara el reconocimiento médico y justo estaba lesionado en ese momento. Llegar hasta aquí ha costado mucho. Ha costado salud, ha costado dinero, ha costado esfuerzo, ha costado tiempo”.
Los padres de Derek, Daulema y Rafael Ortiz, ya llevan 23 años en Galicia y ninguno sobresale especialmente por su altura, sin embargo tanto el mayor como la hija pequeña, Rachel, que también juega al balonmano y al baloncesto, incluso en la selección gallega, destacan por sus cualidades físicas. “Derek le debe la genética a unos hermanos de mi padre, son dos que son exactamente igual que él, del mismo tipo, así como de dos metros”, explica la madre mientras intenta describir con la mano todo lo que miden sus tíos.
“¿Te fichó el Barça? Mis compañeros estaban alucinando cuando se enteraron”
Todo su entorno está entusiasmado y le apoya en esta nueva etapa. Desde la familia hasta su ya antiguo club, orgulloso y triste a partes iguales. Pero los más ilusionados son sus compañeros. “Me decían: ¿Te fichó el Barça? Muy sorprendidos. Estaban alucinando cuando se enteraron, aunque yo tampoco fui a decirlo por ahí, simplemente si me preguntaban yo decía que sí, tampoco quería ir ahí de chulo o protagonista”, comenta. Cuando todo fue oficial, tanto el club como él escribieron un mensaje en sus redes sociales para despedirse. “Ahí ya se enteró todo el mundo y tanto a mi madre, como a mi padre como a mí nos empezaron a llegar mensajes de felicitaciones, de suerte y muchos ánimos”.