“Me retiré y pude seguir jugando, pero estaba en un punto de mi vida en el que el fútbol sala pasó a un segundo plano. Me retiré pronto, tenía otras inquietudes, volví a Menorca y jugué en el Sporting de Mahón. Sigo teniendo alma de jugadora, pero lo dejé por las circunstancias de la vida. El estar en Madrid, el trabajo, la lesión y el ya no tener toda la ilusión. A veces pensaba, ‘¿qué hago aquí en el autobús? Son las tres de la mañana’... Me retiré joven y aún tengo el ‘gusanillo’”, rememora Ana Silva, la mítica jugadora coruñesa del Sal Lence, el club que hizo historia en el fútbol sala femenino nacional.
La herculina colgó las botas por voluntad propia, por lo que el adiós fue menos traumático de lo que podría haber sido si hubiese ocurrido por otras circunstancias. “La transición la llevé bien, porque fue elegida, pero nunca lo voy a dejar (el fútbol sala), está ahí. Ahora mismo no puedo entrenar, me estoy recuperando (sufrió una lesión en el astrálago) y cuando pueda entrenaré. Es importante para poder hacer los movimientos, como el aparecer entrelíneas. Si lo quieres explicar lo tienes que hacer y tengo ganas de poder jugar”, expone.
Esa alma de jugadora le ha llevado a integrar el cuerpo técnico del Atlético Mercadal, que compite en las Islas Baleareas y cuyo objetivo es lograr el ascenso. Admite que hay limitaciones porque la isla es pequeña y que tratan de llevar el proyecto a los colegios para animar a más niños y niñas a unirse al club. Para Ana es también una forma de seguir en contacto con la pelota. “Estoy como de segunda, de delegada y echo una mano. No es fácil entrenar, tienes ese punto de vista de jugadora, pero al final es aprendizaje. Veo un balón y me vuelvo loca. Tengo 53, estoy en forma y me sigo cuidando. Todos los años Manolo (el técnico del equipo) me dice que juegue, pero yo le digo que tengo una edad y que como me lesione... No he trabajado desde mayo, estoy de baja por una fisura en el astrágalo y si me lesiono por el fútbol, al tener un trabajo que es de temporada (en la hostelería)...”, comenta.
Echando la vista atrás reconoce que el deporte y el fútbol sala femenino en concreto han evolucionado y son diferentes a los que ella conoció. “El fútbol ha cambiado, ahora los equipos tienen un psicólogo, un masajista y ves a seis personas en el banquillo, junto al cuerpo técnico. En nuestra época, en la primera convocatoria con la selección española no tenían camisetas de nuestra talla e íbamos con unas XXL ¿Te puedes imaginar como nos quedaban, con lo pequeñas que solemos ser las jugadoras de fútbol sala? Eso ahora ha cambiado”, matiza.
Porque ella formó parte de esas pioneras de aquel Sal Lence campeón: “Todo era difícil, pero en mi caso no tuve que pagar por jugar al fútbol sala. En mi caso tenía buenas condiciones y para viajar, mientras que otras tenían que pagarse la gasolina. En el Sal Lence estuve de profesional, pero sin cobrar y entrenábamos cuatro días a la semana”.
“Ahora tienen más medios. Viajan en avión, tienen psicólogo... Quedan cosas por mejorar, pero para mí el deporte femenino ha cambiado, sale más en las noticias, hemos dado un pasito y hay que ir a más”, desea.
Aquella escuadra era profesional las 24 horas del día, aunque no cobrasen un salario por ello. “Erámos profesionales dentro y fuera de la pista. Lo veía en mis compañeras Bardanca (Maria), Bea (Seijas)... Vivíamos por y para el fútbol sala. Lo que viví esos años lo disfruté mucho, aunque teníamos menos medios. Lo que está pasando ahora era nuestro sueño y tenemos que estar orgullosas, fuimos las pioneras. No nos ha pillado esta época pero dimos los primeros pasos”, resume orgullosa.
Sí que cree que, con respecto al pasado, se ha perdido algo de espontaneidad en el fútbol sala y que hoy en día prima más lo técnico, el ser más purista en los movimientos y la fuerza física: “Antes había más magia que ahora. Se hacían maravillas. Había jugadoras como ‘Manoli’, del San Pedro, ‘Chicho’... Se irrumpía por la banda, se hacía un regate... Ahora es todo más físico, con precisión total, se ha perdido un pelín de magia. Antes había más iniciativa, más libertad. Como con Bea (Seijas) que cogía el balón y no sabías qué te iba a hacer y era sorpresa. Estoy contenta, aún así, con el fútbol sala actual”.
La ‘Maradona’ coruñesa |
Ana Silva (A Coruña, 1971) era apodada como la Maradona del fútbol sala. Internacional con la selección Absoluta, formó parte de aquel laureado Sal Lence, equipo pionero del fútbol sala femenino. Un plantel nacido en un colegio del barrio de Os Castros, presidido por el fallecido Víctor Sieiro y dirigido por una institución del fútbol sala como era Manuel del Castillo, que nombró así a la talentosa jugadora. Una escuadra formada por veinteañeras que ganó tres Ligas (1993, 1995 y 1996) y dos Copas de España (1992 y 1995). El primer club en inscribir su nombre en el palmarés de la Real Federación Española de Fútbol. El 13 de abril de 1996 el Sal Lence goleó al Valladolid por 10-0 en el Barrio de las Flores y cantaron el alirón a falta de dos jornadas. Fue el último éxito de aquel equipo de leyenda y de aquellas inolvidables pioneras.
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