No diga gol, diga Alfonso Castro
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17º-23º

No diga gol, diga Alfonso Castro

No diga gol, diga Alfonso Castro
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En un humilde intento por reverdecer los laureles de una entidad centenaria como el RC Deportivo y de refrescar la memoria del deportivismo acerca de sus ídolos del pasado, dxt emprende una sección con la que rendir tributo a exjugadores que marcaron época en el equipo coruñés.
Los mismos que sentaron las bases de los años más gloriosos del club en los noventa y que no tuvieron tanto seguimiento mediático como las actuales estrellas blanquiazules.
La primera leyenda deportivista en ilustrar estas páginas es Alfonso Castro, un exjugador todavía a día de hoy muy querido en la urbe herculina.
Castro llegó a ser uno de los máximos goleadores del Deportivo, pero sus inicios en el fútbol no estuvieron exentos de azar: “Empecé a trabajar en Astano como soldador, y a jugar contra otras empresas. Desde niño había jugado al fútbol y alguna gente me conocía, pero fue en esas ‘pachangas’ con el equipo de ‘Viajes Alfer’ donde llamé la atención del Racing de Ferrol, para que me acabasen fichando. 
Con 16 años, en febrero del 72, debuté en Segunda División, jugando en casa contra el Mallorca. Una semana después marqué mi primer gol en esa categoría (contra el Rayo, en Vallecas) y seguí jugando en Ferrol hasta los 19, en que me incorporé al Deportivo.”
El fútbol de los setenta era muy diferente al actual y mucho más violento: “No había tanta televisión, y las patadas pasaban más desapercibidas. Recuerdo que en uno de mis primeros partidos con el Racing, en Tenerife, al poco de empezar me tiraron al suelo y me pasaron por encima con los tacos de aluminio. Bajé luego a defender un córner, y me pegaron un codazo tremendo. Ahí ya me quedó claro qué es lo que había, pero decidí que no podía amilanarme. Otros delanteros eran más hábiles a la hora de eludir los golpes, pero yo iba a la guerra y aguantaba todo”, comenta.
Castro nos enseña las tibias, sembradas de muescas de antiguas batallas. “Esta marca que ves aquí me la hizo Arconada, en un partido de Copa, nunca me gustó llevar espinilleras. En esa época, con 17 o 18 años, estaba hecho un toro. No sólo venía acostumbrado al trabajo duro de soldador, sino que además durante un par de años había entrenado el boxeo en un gimnasio del Inferniño, e incluso practicado algo de atletismo, hasta que directamente todo se centró en el fútbol.”
Posiblemente muchos de nuestros lectores no llegasen a ver en acción al que, durante muchos años, fue el ‘dueño’ de la camiseta nº11 del Deportivo ¿Cómo era Alfonso Castro? “Por mi físico, el jugador en que me fijaba e intentaba parecerme, era Gerd Müller. Cuando uno es joven tiende a correr y correr, pero con la experiencia aprendes a ser más efectivo. Me fijaba en los veteranos, además de que en mi etapa inicial aprendí mucho de entrenadores como Martialay y de Rafael Franco. Yo era zurdo, pero en los inicios me incentivaron a desarrollar la pierna mala, acostumbrarme a usar con soltura la derecha.”
Alfonso Castro llegó al Depor en la temporada 73-74, a falta de cinco partidos para finalizar, y sin poder evitar el descenso de Segunda a Tercera división (donde el Depor participaría por primera vez en su historia, y donde Alfonso se enfrentaría a su ex equipo, el Racing de Ferrol). 
Un año después, el equipo regresaba a Segunda, con Castro anotando 20 goles en un equipo dirigido por Irulegui donde también estaban Ballesta, Pardo, Pousada, Muñoz… “Cuando llegué, empecé viviendo en una pensión que regentaba un matrimonio, hasta que eché raíces en la ciudad, casándome aquí.”
Al término de la temporada, el equipo hizo una gira por Argentina: “El larguísimo viaje, aparte de una escala en Brasil, incluyó pasar por un montón de lugares como Salta, Ezeiza, Jujuy… pero sin duda lo más bonito fue jugar dos partidos, uno contra River en el Monumental (que acabó con un agasajo en los bajos del propio estadio, donde nos hicieron un delicioso asado argentino) y otro contra Talleres de Córdoba. También pudimos ver un partido de Boca, en la Bombonera. El plan original incluía algún partido en Uruguay, pero no llegamos a jugarlo, creo que se anuló por lluvia torrencial. Recuerdo que en esa época tuve que arreglar un montón de papeles, porque me llamaban para cumplir con el servicio militar obligatorio.” 
Por esos caprichos del fútbol, en la campaña 78-79 el mismo equipo salvó la categoría por los pelos, bajo la batuta de otro entrenador del que Castro guarda un gratísimo recuerdo. Nada menos que el legendario Luis Suárez, ya después de haber colgado las botas, y del que Alfonso recuerda. “En los entrenamientos se montaba una pachanga, diez de cada lado, y él jugaba con nosotros. Con sus cincuenta años, todavía era evidente la enorme calidad que tenía. Y no siempre pasaba eso, también tuve entrenadores que no sabían darle a un balón”, afirma.
En la temporada 79-80, tras una penosa trayectoria, el Deportivo descendía a Segunda B junto con el Celta, ascendiendo ambos de nuevo a Segunda un año después. Poco después, Castro jugó en el Cádiz (coincidiendo entre otros con el salvadoreño ‘Mágico’ González, del que alaba tanto su calidad humana como en el campo), equipo con el que ascendería a la Primera División: “Me fui al Cádiz con 27 años, estuve una temporada, y después me ficharon del Lorca, donde estuve temporada y media, pero hubo problemas para cobrar. En ese momento había una oferta para el Orihuela, pero decidí retirarme a los 29”
Castro reorientó su trayectoria profesional, pero no se apartó del balón: “Seguí jugando partidillos con los veteranos del Español, y en fútbol sala durante mucho tiempo.” Precisamente en fútbol sala, ha trabajado con categorías de base durante algún tiempo como entrenador, aunque aporta su particular punto de vista sobre la formación: “Con los equipos de niños, creo que defendiendo hay que enseñarles a ser compañeros, a jugar como equipo, pero que en ataque hay que dejarles más libertad para ser creativos. Hay que cuidar ese talento para el regate, para desbordar, que tienen algunos, y que se desarrollaba jugando en la calle”, concluyó.

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