Ni yo sé cómo hacerte feliz, ni tú logras comunicar qué necesitas de mí para serlo. Y claro, nos hacemos daño. Esta descripción podría valer para cualquier relación tóxica en la que las dos partes de la pareja acaban sufriendo ante el constante daño emocional que se ejercen. Pero, sin duda, también sirve para ilustrar el dañino vínculo que une este curso al Deportivo y a sus delanteros. Porque ni el Dépor ayuda demasiado a sus arietes, ni estos están siendo capaces de aportar lo que el colectivo exige a todo aquel que juegue en el puesto de ‘9’.
A falta de cinco jornadas para echar el telón, ni Iván Barbero, ni Mohamed Bouldini, ni ahora Zakaria Eddahchouri han terminado de ganarse la confianza. Algún detalle puntual que invitaba al optimismo, pero poco más.
Y es que la relación del Deportivo y sus delanteros se ha ido desarrollando a través de tres puntos claves esta temporada: tener que jugar con un ‘9’, poder jugar con un ‘9’ y no terminar de encontrar al ‘9’.
Al primer punto se llegó ya el curso pasado. En Primera Federación, el Dépor de Idiakez no logró carburar de verdad hasta que pudo recuperar a Barbero. Con el almeriense, el equipo puso velocidad de crucero hacia el ascenso.
Era evidente que el combinado deportivista estaba más cómodo con él. Barbero era el inicio si el equipo tenía que jugar en largo, pero también el final de muchas de las travesuras del binomio conformado por Yeremay y Mella y coronado en trío por Lucas Pérez.
Sin embargo, tras el verano, todo cambió. El salto de categoría volvía a colocar la sombra de la duda sobre un Barbero que todavía no había demostrado su nivel en Segunda. A ese hecho se le sumó el regreso de Mario Soriano, futbolista que por condiciones, coincidía en el espacio ideal de Lucas Pérez. Pero claro, más allá de su ascendencia, el atacante de Monelos ofrecía un atajo hacia el gol.
La intención de no bajar a Lucas del once y, a la vez, juntar a Mella, Yeremay y al retornado Soriano obligaban en aquel momento a Idiakez a estrujarse la cabeza en la búsqueda de la fórmula definitiva. Y la respuesta más habitual y lógica, teniendo en cuenta además que Barbero no terminaba de ser el del pasado curso, fue regresar al inicio: jugar sin ‘9’. Sin embargo, la realidad que el espejo reflejaba después de cada prueba era tan contraria como incontestable: había que jugar con ‘9’.
Así llegó Gilsanz, que no tuvo que lidiar con ese ‘problema’ al irrumpir en una etapa en la que las soluciones le vinieron dadas por las ausencias en otros puestos.
Todavía más se clarificó el panorama tras la marcha de Lucas: el Deportivo ya podía jugar con ‘9’. Barbero, que venía siendo el elegido ante la escasa aportación de un Moha Bouldini que no enganchaba dos actuaciones consecutivas medio convincentes, reafirmó su papel aún sin asociar su nombre al gol. Pero la llegada de Zaka a finales de enero, unida a las dudas en cuanto al rendimiento del ex de Osasuna, terminaron por hacer que el equipo llegase al tercer y definitivo punto: encontrar al ‘9’.
Ese ariete pareció Eddahchouri, héroe en su primera titularidad y debut en Riazor en el llamativo triunfo ante el Almería. Pero aquel amor a primera vista se fue apagando, Ramadán de por medio. Desde aquel inicio brillante, la luz del neerlandés fue yendo a menos. No solo en goles (sumó uno más), sino sobre todo en contribución. Tanto que, con Bouldini siempre en tercer plano, Barbero recuperó la titularidad en Miranda de Ebro, hace tres jornadas. Desde entonces, Gilsanz reparte los minutos sin terminar de encontrar una solución que le convenza.
Las dudas en el cuerpo técnico son evidentes. Porque los primeros que las transmiten son los propios jugadores. “¿Si pesa el factor anímico? Es entendible. Cuando no tienes la suerte de tener esa certeza de cara a gol... Por eso se ha traído otro refuerzo como Zaka. Sigo trabajando cada día e intentando aprovechar las oportunidades para convencer al míster y tener más minutos”, manifestó Barbero el 23 de marzo, después de entrar desde el banco ante el Cartagena y anotar su último gol.
“No estoy teniendo la continuidad que me gustaría, pero son decisiones del míster. Estoy agradecido por las oportunidades que me está dando. Es cierto que arriba nos está costando a todos los delanteros hacer gol”, añadía el pasado domingo tras su segunda titularidad en los últimos tres encuentros. Son palabras que reflejan el difícil momento de unos delanteros que se están quedando cortos en el Deportivo, pero a los que quizá el equipo tampoco esté ayudando demasiado.
Para empezar, el Dépor es un equipo muy poco centrador, una característica que se explica a través del perfil de sus extremos. Sobre todo en el caso de un Yeremay Hernández que es pura asociación y poca llegada a línea de fondo. Tan solo el Racing de Santander centra menos que el cuadro deportivista, que con 12,02 envíos de media por cada 90 minutos concreta un empate técnico en la segunda posición de cola junto a Cartagena (11,99) y Huesca (12,01), siempre según datos de Wyscout.
A mayores, el conjunto herculino es un equipo que no conecta demasiado con su delantero a la hora de construir. Y es que dentro de la muestra total de futbolistas de la Liga Hypermotion que juegan habitualmente de delanteros y han disputado al menos 500 minutos, no hay un solo deportivista entre la primera mitad si tenemos en cuenta la media de pases recibidos por partido.
Es más, la manera recurrente del colectivo a la hora de buscar a su ariete es en forma de balón aéreo para que el ‘9’ la gane de cabeza. En esa faceta sobresale Bouldini, recurso en situaciones de emergencia. Ningún punta de la categoría promedia más duelos aéreos (10,78 cada 90 minutos), aunque cerca le anda Iván Barbero (8,1).
Es decir, el Deportivo le pide muchas disputas por alto a su ariete. Pero más allá de un Bouldini que no está sobresaliendo en otra faceta, ni Barbero ni Eddahchouri han logrado convertirse en ese recurso ganador. Lógico en el caso del neerlandés, no tanto en el del andaluz, capital en esa labor el pasado curso.
Así, aunque el Dépor le requiera mucha disputa a su delantero lejos del arco rival y le nutra poco de balones cerca de la meta enemiga, no quiere decir que los puntas deportivistas no dispongan de situaciones cercanas al gol.
Y es que tanto en toques en el área como en remates, los puntas blanquiazules manejan números aceptables. Sobre todo en los casos de Zaka y Barbero. Precisamente por ello, ambos manejan una interesante cifra de goles esperados o expected goals (xG), la métrica que mide la claridad de las ocasiones. Para ello, los proveedores de datos analizan en base a modelos estadísticos la probabilidad de que esa situación de disparo acabe en gol teniendo en cuenta variables como la posición del rematador con respecto a la portería, el tipo de pase o la situación de defensores y portero.
En esta métrica, Barbero se sitúa entre los 25 primeros puntas, con 0,38 goles esperados por cada 90 minutos jugados. Sin embargo, tan solo promedia 0,20. Este evidente déficit provoca que su diferencia total entre goles y goles esperados sea de -3,76. Es decir, según la calidad de las ocasiones de las que ha dispuesto, el andaluz debería haber anotado casi 8 dianas (7,76). Sin embargo, únicamente ha transformado 4. Este balace de efectividad es el tercero peor de todos los delanteros de la categoría, solo superado por los de un Curro Sánchez (Burgos) que ha fallado penaltis y Álvaro Giménez (Racing de Ferrol).
No le ha ido mucho mejor a Eddahchouri, que ha dejado atrás su pegada inicial para empezar a 'dejar a deber' también. Zaka promedia 0,21 goles cada 90 minutos jugados, pero sus xG se elevan hasta 0,30. Así, se sitúa también en una efectividad negativa de -0,85, pues a pesar de haber anotado 2 tantos, 'debería' haber materializado 2,85.
Por último, a pesar de disponer de pocos minutos, Bouldini también ha estado lejos de tener acierto. El ex del Levante suma 1 gol pese a que sus ocasiones reflejan, siempre según el citado modelo de Wyscout, unos goles esperados de 2,27 (la resta otorga un -1,27).
De este modo, los delanteros no terminan de darle al Deportivo si quiera una pizca de amenaza real o capacidad para ganar duelos, lo mínimo que necesita de ellos un equipo que, es cierto, centra sus esfuerzos en que sean los futbolistas de segunda línea los que brillen. Ni tú me aportas, ni yo te aporto a ti. En el punto medio está el éxito de una relación que, al menos este curso, parece tan tóxica que apunta al fracaso.