Los dos golazos de Declan Rice al Real Madrid ponen de nuevo el foco en la pericia futbolística a balón parado, una suerte que se estaba perdiendo. Rice colocó dos balones en la red en el duelo de Champions en el que este martes el Arsenal laminó a los blancos. Uno pasó por fuera de la barrera trazando una comba similar a la que se sacó de su bota izquierda Lucas Pérez en un partido de la pasada campaña contra el Tarazona. El otro tanto del centrocampista inglés fue un balón colocado en la escuadra.
Rice anotó dos goles de falta desde la frontal, una proeza que evoca otra sucedida en el estadio de Riazor. No fue en un partido de Champions, pero tuvo incluso más miga. Sucedió el 12 de abril de 1986 en un partido entre Deportivo y Recreativo de Huelva que retransmitió la TVG con Arsenio Iglesias en los comentarios. Una joya que reposa ahora en el archivo el ente televisivo. Quedaban seis jornadas para le final y el Dépor era cuarto con los mismos puntos que el tercero (Sabadell) y uno menos que el Castellón. Subían los tres primeros de manera directa, pero el atasco clasificatoria era tal que en una liga en la que se premiaba con dos puntos la victoria había hasta ocho equipos constreñidos en esa mínima distancia. El Recre era uno de ellos, un equipo construido en torno a dos talentosos uruguayos, Luzardo y Alzugaray. El primero era un experto lanzador de faltas. “Tiene una buena patada”, advirtió Arsenio para glosar su poderoso chut. El Dépor saltó al campo con Montes bajo palos, Sebas y Gil se repartieron la banda derecha, Silvi era el lateral izquierdo y Milos Hristic y el ourensán Dacosta los centrales. En la medular mandaban José Luis y Agulló. Y la delantera era para Vicente, Traba y Donowa. Ya al final, el técnico Chuchi Arangurem, sacrificó al extremo inglés para reforzar el centro del campo con Sánchez Candil.
El partido avanzó premioso durante la primera mitad. Al Deportivo le pudo la ansiedad por llegar a la portería rival, donde se alineaba un casi debutante, el tercer portero del Recre. Los otros dos no estaban disponibles. Diego Vela había jugado un partido contra el Oviedo la temporada anterior. Jugó este de Riazor y nunca más volvió a ponerse bajo palos con el equipo onubense. Estaba haciendo el partido de su vida hasta que en el inicio de la segunda parte el Deportivo le golpeó dos veces. Bueno, en realidad tres.
Silvi, un corajudo y vertical lateral zurdo, marcó el primero con un disparo desde fuera del área. Tres minutos después, en el 49, el árbitro señaló una falta al borde el área. Jaime Agulló, el típico jugador coruñés frio, cerebral, pleno de clase, se fue a por la pelota. En la primera parte había estrellado un libre directo en el larguero de la portería de Marathón. Ahora le tocaba ante la que tenía de fondo el Palacio de los Deportes. Colocó el balón en el piso, se preparó para lanzar y ejecutó la falta a la perfección. La colocó en la escuadra. Gol. Hasta que el árbitro Sánchez Marín mandó parar. No había pitado.
Se armó una cierta marimorena. Las cámaras de la TVG recogieron el inequívoco gesto del colegiado encogiéndose de hombros con el gesto enfadado y señalando su silbato. Agulló volvió a colocar la pelota sobre el césped. Volvió a disparar y la clavó de nuevo en la escuadra. “¡Qué rabia me dio cuando lo anuló!”, le explicó más de dos décadas después del suceso al periodista Rubén Ventureira. “El árbitro me hizo un gesto y señaló el pito como diciéndome ''no tires hasta que pite''. Contó los pasos. Yo di tres pasos atrás. Vi que se llevaba el silbato a la boca y tiré. Pero lo anuló y me sacó tarjeta amarilla”. Luego detalló como jugó al engaño con Vela. “Él pensaba que se la iba a mandar a su derecha. Pero no, la tiré por el mismo sitio que antes. Fue a media altura, más abajo que la otra”.
Era el segundo partido del Deportivo que retransmitía la TVG, así que el gol tuvo una tremenda repercusión. Por eso se jugó el sábado, que no solía hacerse. Tampoco Riazor presentaba grandes aforos en aquel tiempo de continuas decepciones en los que el recambio generacional estaba llegando al estadio. Para muchos de aquellos jóvenes el gol repetido de Agulló tiene un carácter casi mitológico. Y ahora llega Declan Rice para recordarlo.