En marzo de 1999 el Celta se puso en contacto con el Tenerife para interesarse por un delantero holandés que cumplía su segunda campaña en el equipo. No era especialmente habilidoso, pero tenía una virtud: cuando estaba ante el gol no solía fallar. Los emisarios del equipo vigués se encontraron con que varios equipos ya le seguian la pista, pero recibieron con especial desagrado la noticia de que el Deportivo ya había preguntado al presidente tinerfeño Javier Pérez por el precio del jugador. Roy Makaay (Wijchen, Países Bajos, 1975) tenía una cláusula de rescisión de 5.000 millones de pesetas. Al final el Deportivo pagó en torno a 1.300 por él aunque ese pago seguramente cabría matizarlo dentro de la indescriptible Operación Avecilla que vinculo a Tenerife, Mérida y el club herculino.
Al final Makaay vino a A Coruña y el Deportivo sorteó no solo el interés del Celta sino el de clubs ingleses como el Sheffield Wednesday, entonces pujante en la Premier. Era cuando los clubs españoles le podían competir a los ingleses en el mercado. El Tenerife perdió la categoría tras diez años entre los grandes y Makaay, con catorce goles anotados en ese ejercicio, era una pieza no solo codiciada sino necesaria de traspasar.
Makaay se fue de vacaciones a la costa gaditana mientras esperaba noticias. No tardaron en llegar. Para el Deportivo cerrar su pase era una prioridad. A finales de junio se cerró el acuerdo. Makaay ya estaba en su casa neerlandesa. “No sé mucho del Deportivo, solo que es uno de los equipos más grandes de España”, explicó durante ese proceso de negociación. Siempre tuvo un aire que podía parecer entre desprendido y displicente, pero siempre fue un buen compañero, un tipo con las ideas claras y de palabra. Cuando percibió situaciones que no le gustaban en el club, dio su palabra de que no renovaría y la mantuvo a pesar de que con el paso de los meses llegó al Balón de Oro. Ocurrió en 2003. Se fue al Bayern tras cuatro temporadas en A Coruña, 179 partidos y 97 goles, uno de ellos el que cerró la Liga 1999-2000.
100 goles anotó Makaay en los 205 partidos que jugó en la Primera División española
“Fichamos al delantero centro del siglo XXI”, espetó Lendoiro tras cerrar el acuerdo con el jugador. Quizás su llegada se aceleró en cuanto el Dépor fracasó en su intento de incorporar a Dani, delantero del Mallorca con pasado madridista que acabó en el Barcelona. Ni por asomo tenía el colmillo de Makaay. Y el Barcelona pagó por él 2.500 millones de pesetas, casi el doble que por Makaay.
Irureta se dio por satisfecho con la llegada de Makaay. “Estamos bien cubiertos en la delantera”, explicó antes de incorporarse a la pretemporada. Pauleta, Turu Flores y Makaay habían llegado de equipos de Segunda División, pero parecían una garantía. “Se va a aclimatar mejor a A Coruña que a Tenerife”, vaticinó el entrenador sobre su nuevo pupilo neerlandés. “Su cualidad más destacada es, sin duda, la velocidad”, apuntaba Jabo, que tambien rescataba otro valor. “Habla español perfectamente”. El técnico tenía una obsesión, la de conformar un grupo sin camarillas en el que el lenguaje no fuese un impedimento para que los compañeros de plantilla se comunicasen. El reto era, sin duda, pasar de un vestuario fraccionado a uno que estuviese unido.
“Pocas veces vi a gente tan feliz como cuando ganamos la Liga”, recuerda Makaay, que entendió que es un deportivista eterno cuando en 2007 retornó a Riazor con el Feyenoord para jugar un partido de la Europa League. Faltando diez minutos para el final la amplia mayoría de asistentes al estadio empezaron a corear su tonadilla. “Roy Makaay, te quiero”. Y él, que a veces podía parecer tan frío sintió que aquel tiempo tan feliz de siete años atrás se había detenido. “Fue algo muy especial”, explicó el pasado mes de enero en Helden, una publicación de su país.