CAMPEONES 25 | Flavio, una gran hoja de servicios antes de un traspaso millonario
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CAMPEONES 25 | Flavio, una gran hoja de servicios antes de un traspaso millonario

CAMPEONES 25 | Flavio, una gran hoja de servicios antes de un traspaso millonario
Flavio, durante un partido con el Dépor

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Estuvo a punto de irse antes de iniciarse la temporada. Se fue al verano siguiente y como campeón. Flavio Conceiçao (Santa María da Serra, Brasil, 1974), traspasado al Real Madrid por 4.000 millones de pesetas (casi 25 millones de euros), todavía la mayor venta de la historia del Deportivo, que le había fichado por una quinta parte de esa cantidad tras una dura pugna precisamente con el club merengue. “Primero se lo quité y luego se lo vendí”, le gustaba recordar a Lendoiro, que todavía pudo firmar una operación más redonda si Samuel Eto’o no se hubiese empeñado en ir a Mallorca y no a A Coruña, tal y como habían acordado los clubs. 


Flavio es el gran infravalorado de aquella temporada, futbolista moderno para la época, un box to box con llegada y trabajo al que se presentó como más brasileño de lo que en realidad era porque se trataba de un brasileño ya europeizado, constante y muy activo en la presión, dinámico y con recorrido, uno de esos jugadores más valorados por los profesionales que por la grada, que le achacaba una cierta falta de virtuosismo.


Por contra atesoraba otras características que sí hacían honor a su origen. SI le llamaba la selección salía disparado hacia Brasil y como entonces no existían las ventanas para el fútbol internacional se perdió no pocos partidos por esos compromisos. El verano del 99 se lo pasó con la canarinha, primero en la Copa América, después en la Copa Confederaciones. Tenía la confianza plena del técnico brasileño Vanderlei Luxemburgo, que ya le había dirigido en el Palmeiras del cuadrado mágico que Augusto César Lendoiro quiso juntar en A Coruña. Quizás por eso su cartel siempre estuvo por encima del rendimiento que se le apreciaba. 


Pero en la campaña 1999-2000 fue un pilar. Y eso que el verano fue tempestuoso, sin hacer la pretemporada con los compañeros y con una discusión con el club a cuenta de cuestiones contractuales que no quedaron resueltas hasta que se presentó en A Coruña un par de días antes del estreno liguero contra el Alavés. Flavio no disputó aquel partido, se alineó media hora en el siguiente contra el Betis, pero Irureta fue muy claro: “No está para jugar”. Había vuelto lesionado de la selección. Así que septiembre se lo pasó en boxes haciendo una puesta a punto hasta que en la visita a San Mamés Irureta se sacó de la manga el trivote y Flavio se merendó al Athletic. Otra pequeña lesión muscular le detuvo en noviembre, pero a partir de ahí fue esencial para el técnico vasco, que ponderaba su capacidad agonística y su generosidad en el esfuerzo. 


Las contínuas llamadas de la selección le obligaron en aquella temporada a asumir un desgaste que superó gracias a su tesón. Era generoso en el campo y también lejos del césped. Una tarjeta amarilla que acarreaba suspensión le dejó en la grada en la jornada final contra el Espanyol. Por eso no sale en la foto de aquel 19 de mayo. Su paso por el Real Madrid no fue un éxito y ese detalle aumenta también la sensación de que era menos jugador de lo que en realidad fue y más en aquel inicio de milenio exuberante. 

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