El 14 de mayo de 1994, en una habitación del Hotel Riazor, en A Coruña, un hombre ensaya en su habitación los lanzamientos de penalti. Ha tenido un presentimiento. Habrá una pena máxima en el decisivo partido de esta noche contra el Valencia. Tiene decidido cómo tirará: “Con el interior, fuerte y a la izquierda”, se repite Donato, porque sabe que el portero del rival, el valencianista González, se suele lanzar a la derecha. En el minuto 74 del encuentro, el hombre que había ensayado el penalti es sustituido por Alfredo Santaelena. En el 88, hay una pena máxima a favor de su equipo. A falta del primer lanzador, chuta Djukic. Lo hace con el interior, flojo y a la derecha del guardameta. El Dépor se queda a once metros de la Liga.
El 27 de junio de 1994, en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid, un hombre gana para el Deportivo el bote neutral con el que se reanuda la final de la Copa del Rey entre el conjunto coruñés y el Valencia. Se llama Donato. Unos segundos después, Alfredo Santelena marca de cabeza el gol que dará el título (entonces considerado el primero de su historia) a los blanquiazules.
El 24 de agosto de 1995, un hombre abre el marcador ante el Real Madrid en el partido de ida de la Supercopa de España. Lo hace en Riazor, en la portería de Marathón, de penalti, lanzado con el interior y a la izquierda del guardameta. Es Donato.
El 19 de mayo de 2000, en una habitación del Hotel Atlántico, en A Coruña, un hombre ensaya mentalmente el remate a la salida de un córner que ha entrenado durante toda la semana con Víctor. Amaga que va hacia atrás y gana el medio metro que le permitirá impulsarse para saltar con potencia y cabecear a la portería del Espanyol. Lo practicado se hace realidad en el minuto 3 del partido en la portería en la que Djukic falló el penalti que él no pudo tirar seis años atrás. Córner botado por Víctor y gol de Donato. Es el tanto que pone por delante al Deportivo en el que partido que le dará la Liga.
El 21 junio 2003, el estadio de Riazor despide entre aclamaciones a un hombre de 40 años y cinco meses, el más veterano que ha vestido hasta entonces la blanquiazul. Es el adiós de Donato tras diez temporadas como deportivista. El rival es el Espanyol.
Son cinco fechas en las que se entrelazan hechos históricos, cabezazos, equipos y protagonistas. Cinco historias que condensan los momentos más intensos vividos por Donato en el club al que más años dedicó este futbolista nacido en Río, que del Vasco da Gama dio al salto al Atlético de Madrid, con el que levantó dos trofeos de la Copa del Rey y bebió de la fuente de la sabiduría de Luis Aragonés, el mejor entrenador de su carrera, según sostiene en su biografía, escrita por Héctor Pose. Pero lo gran cosecha la hizo con el Déportivo: nada menos que seis títulos.
No pocas críticas recibió Augusto César Lendoiro cuando firmó a un Donato de 30 años por cuatro temporadas. Por entonces se entendía que un jugador de esa edad ya estaba de vuelta de todo. Pero el presidente, y el ‘zorro’ que se sentaba en el banquillo, sabían que aquella incorporación era crucial para dar empaque a un equipo maravilloso, el Súper Dépor 92-93, que había sido la gran revelación pero se había desinflado con el paso de las jornadas por una mezcla de falta de experiencia y efectivos, pues tenía un once titular estupendo pero sin relevos a la altura en el banquillo.
Arsenio lo incrustó en el mediocampo, y en esa posición se convirtió en el segundo pulmón del equipo. Con los años fue retrocediendo a la posición central de la zaga, desde donde impartió magisterio defensivo.
Su rendimiento fue excelente desde un principio, favorecido por su rápida adaptación a un vestuario que tenía a sus paisanos Bebeto y Mauro. Salvo en las dos últimas temporadas, se movió en todas entre los 33 y los 50 partidos. En su aventura con el Dépor, tuvo tiempo de ser internacional con La Roja (en su época colchonera, había sido convocado por Brasil, pero no llegó a jugar con su país de origen) y, según presume, en ser “el primer jugador de color en jugar con España”. Y todo ello lo hizo movido por la misma fe en sus posibilidades que en Dios. Citemos a Juanma Lillo: “De una inteligencia futbolística extraordinaria, explotaba al máximo sus múltiples virtudes. Sobresaliente en casi nada, notable en todo, su innato talento para reorganizarse en función de sus defectos le permitía acoplarse a sus compañeros y a las circunstancias del partido. Esto le conducía a una madurez competitiva basada en que esa virtud sobresaliente le otorgaba una regularidad durante toda la temporada”. Ese era Donato, el hombre que se creyó predestinado a entrar en la historia del Dépor en 1994 con un penalti lanzado a la izquierda del portero en la portería de Pabellón pero que lo acabó haciendo en 2000 con un cabezazo a la derecha del meta en ese mismo arco. Arco del triunfo, del mayor del club coruñés en su historia.