El 30 de mayo de 1996 Lito Míguez firmó un informe que remitió a Augusto César Lendoiro para explicarle la situación del mercado brasileño. Al presidente deportivista le gustaba aquel caladero y Míguez, entonces un empleado de banca en Río de Janeiro con ojo para el buen fútbol, conocía el peixe. Pero a veces hay piezas que se le escapan de las manos al mejor de los pescadores. En su misiva, Míguez recomendaba en primer lugar la contratación de Savio, “muy hábil, rápido y técnico”. Tiempo después acabó en el Madrid a pesar de que el Deportivo pujo hasta el último instante por su contratación. Y por encima de Rivaldo, que era el tercero en su escala de preferencias situaba a Giovanni, un interior del Santos al que el Barcelona, que también tuvo acceso a un informe similar, eligió aquel verano por delante de Rivaldo, que recaló en A Coruña.
El escalafón conformado por Míguez detallaba hasta a trece futbolistas y como coda deslizaba seis nombres más. El último de ellos se refería a un futbolista de 24 años que reverdecía laureles. “Lo hay que ir siguiendo porque quizás no está hecho aún para asumir responsabilidades”, apuntaba.
El caso es que en junio de 1996 el Palmeiras ganó el campeonato paulista tras marcar 102 goles en treinta partidos, recibir apenas 19, perder un solo partido, empatar dos y ganar 27. Se generó el debate de si estábamos ante el mejor equipo brasileño del siglo XX incluso por encima del Santos de Pelé.
“Jugábamos un fútbol preciosista, Normal que Lendoiro quisiera llevarnos a todos para A Coruña”, explicó Djalminha cuando tiempo después le pidieron que recordase su llegada al Deportivo. Lendoiro tardó apenas un año en tratar de juntarlo con Rivaldo, Flavio y Luizao, pero el clausulazo del Barcelona para llevarse al primero rompió el cuadrado. Para entonces Djalminha ya estaba listo para asumir responsabilidades, pero sobre todo para disfrutar y hacer disfrutar. Aunque a veces irritase a todos los que le rodeaban. “Puro Djama, para lo bueno y para lo malo”, suele decir Fran, su íntimo amigo, con el que hizo las mejores migas en A Coruña. Dos jugones que se entendían solo con la mirada.
13 tarjetas amarillas le mostraron a Djalminha en la liga 1999-2000, de largo su récord en seis cursos en A Coruña
En los albores de la temporada del título de Liga, Djalminha era el indiscutible líder futbolístico del equipo, pero se pasó el verano entre rumores de traspasos a todos los grandes equipos brasileños. Llegó a estar inscrito por Vasco da Gama para jugar la Copa Mercosur, pero la ausencia por lesión de Fran propició que Irureta insistiese en que se quedase. Lendoiro, obviamente, ya le tenía fe.
Empezó la campaña entre dudas. Jugaba como interior izquierda y su preferencia era ubicarse por detrás del delantero. El cambio de sistema le favoreció, agarró la manija del equipo y no la soltó. Pasó por sus habituales vaivenes. Una expulsión en Highbury instantes después de marcarse un Panenka ante David Seaman le puso en el punto de mira de la crítica porque con diez hombres el equipo encajó tres goles que decantaron la eliminatoria.
No jugaban contra unos piernas: tras la salida del brasileño marcaron Henry, Kanu y Bergkamp para el Arsenal. Irureta enloqueció y a Djalminha le preguntaron en una emisora de radio esa noche por su relación con el entrenador. “¿Qué relación?”, respondió. Siempre tuvo tanta sorna como talento.
Djalma se echó el equipo a la espalda en los momentos decisivos de la temporada, sobre todo en Riazor, donde jugaba como en el jardín de su casa. Pero volvió a equivocarse una vez más antes del final, con otra expulsión esta vez por doble amarilla ante el Zaragoza. Con diez hombre llegó otra vez el castigo, el empate maño casi sobre la bocina cuando el Dépor a tres jornadas del final vislumbraba el título. Aquel episodio desató una tempestad en la caseta entre técnico y jugador, sofocada por el sentido común de varios pesos pesados del equipo. El bien común se impuso y el genio brasileño se aplacó para llevar al equipo hasta la meta y alzar una Liga que llevó su inigualable firma. Hoy es una leyenda.