Por si alguien tenía alguna duda el Deportivo no subirá a Primera División en septiembre. Si lo hace, que ojalá que sea más pronto que tarde, lo hará en primavera, como mandan los cánones. O como muy tarde al inicio del verano, jamás en su final. Mientras tanto habrá que picar piedra. Lo dejó claro este Burgos nada gótico y que hace honor a su castellanidad, sobrio, esforzado y complicado de meterle el diente, que amaneció al partido entre un espejismo porque el Deportivo pareció avasallador con la sutileza de Yeremay que se fue al larguero o una extraordinaria maniobra de Eddahchouri por la que se cantó el gol en la grada. Nada de lo que se anunció ahí fue lo que trajo al final el partido, el ariete holandés apenas rasco bola después de ese destello y a Yeremay le faltaron balones, por más que los pidiese a gritos y con aspavientos. Entre que unos le cortaron los caminos y otros no los encontraron el astro canario pasó de puntillas por el partido.
La grada acudió ilusionada y en masa, el ambiente era del gala porque la victoria en Granada disparó las ilusiones. También las declaraciones de un entrenador que no parece ponerse vendas antes de la herida y que explica ya de inicio que el objetivo del equipo es estar arriba. Pero el empate, ante un equipo de Segunda fetén, cabe catalogarse como justo. “Así es la vida”, resumió Antonio Hidalgo en la sala de prensa. La vida te complica cuando piensas que todo va de cara y a ese Deportivo exuberante del inicio le empezaron a apagar las luces en cuanto el Burgos acudió a buscarle a su campo. Y ahí empezaron los problemas. Como en la primera media hora en Granada, el equipo se atoró y como no encontraba la manera de juntar pases se veía obligado a jugar siempre en su campo, no ya con balón sino sobre todo sin él.
Se incomodó el Deportivo, que no es que no encontrase a Yeremay sino que tampoco fue capaz de activar a Mario Soriano, otro que tampoco estuvo a gusto sobre el tapete de Riazor. La solución de buscar superioridades por dentro con Escudero no contribuyó a limpiar la salida de balón. No hubo destreza para encontrar a Yeremay, que harto de no recibir el balón, se acostó en el desnudo flanco izquierdo para ver si le llegaba. Pues tampoco. Y el balón en largo no es una solución. A día de hoy no hay delanteros capaces de batallar y ganar duelos y sacar al equipo de atrás. A día de hoy no hay delanteros capaces de batallar y ganar duelos y sacar al equipo de atrás. Fer Niño, por ejemplo, lo hizo en el Burgos, que siempre tuvo en él alguien que le diese aliento y metros para ganar terreno.
Mediada la primera parte, el equipo pareció ordenarse en cuanto Escudero dejó de hacer excursiones hacia dentro. Pero para entonces el Burgos ya se sentía fuerte y Parreño había tenido que aparecer para impedir males mayores. Ese era el rival, un equipo que en los últimos años se ha construido en base al sudor y un alma coriácea. Es duro y correoso el Burgos y se ha acostumbrado a fajarse en partidos con pocos goles. Eso es lo que se vio en este estreno en Riazor. Se jugó a lo que quiso el rival más que a lo que buscaba el Deportivo, pero al menos el equipo tampoco hizo concesiones atrás, donde esta vez el líder fue Loureiro, excelente todo el partido. Los dos partidos jugados hasta ahora dejan para el Dépor una noticia alentadora: entre Granada y Burgos apenas le han tirado tres veces entre palos.
Las soluciones desde el banquillo llegaron ante un equipo más replegado que en la primera parte. El calor y el esfuerzo fueron factores que invitaron al Burgos a dar un paso atrás. Ahí se abría otro partido para el Deportivo, pero tampoco lo supo desentrañar. Se juntaron los jugones. A Yeremay y Soriano se agregaron Patiño y Mella. Pero también Luis Miguel Ramis juntó las líneas de su equipo. Los intentos desde la frontal no cogieron portería, a las combinaciones por dentro siempre les sobró un último pase o les faltó prestancia para engatillar un remate antes de que llegase el bloqueo de un zaguero. Mella se destapó como una gaseosa, pero tras el choff inicial apenas hubo burbujas. También Luismi había estado en esa línea.
Fuese gaseosa o sufflé lo que nos sirvieron este domingo en Riazor, lo evidente es que el deportivismo cree. O al menos quiere creer. Y por si alguien tenía dudas tampoco está de más reparar en que la Segunda División es un campo de minas y que nadie subió de categoría sin sumar esfuerzos. Tampoco sin sumar puntos. Y el Deportivo lleva cuatro de seis. No está mal.