La sub-21 mostró hechuras y buena sintonía, sobre todo en la primera mitad, en la que se mostró superior a la también renovada Italia, y junto a su victoria por 3-0 ofreció algunos buenos detalles, aunque el seleccionador, Albert Celades, tiene mucho trabajo por delante para darle el tono adecuado.
Con sólo Meré, Dani Ceballos y Oyarzábal del subcampeón europeo de Polonia, más Merino y Rodrigo de forma más testimonial, el cuadro nacional inició de forma positiva su nueva andadura, que tendrá su estreno oficial el martes, ante Estonia, a domicilio, que se estrenó en el europeo con derrota ante Irlanda del Norte (1-2) y prosiguió con empate sin goles en Albania.
Celades había hablado de nueva era y de que el duelo ante la escuadra transalpina serviría para que los nuevos en la selección empezaran a conocerse, y vaya si llevaba razón, porque se acusaron unos cuantos nervios e imprecisiones, no exentos de detalles de calidad y buen gusto.
El test ante Italia, como denominó Celades, sirvió, al menos, para testimoniar la jerarquía de Dani Ceballos, con Merino y Rodrigo de fieles escuderos, y Carlos Soler y Oyarzábal de alborotadores.
Los primeros minutos sirvieron para comprobar el dominio hispano, si bien sin profundidad, y la disciplina azzurra, que mantenía una estructura defensiva sin resquicios y buscando la rapidez del interior diestro Orsolini y la envergadura del ariete Cerri.
El juego estaba controlado, sin profundidad, pero los porteros comenzaron a ver el peligro más de cerca. Primero Orsolini (m. 20) asustó a Sivera con un tiro muy cruzado y después Merino (m. 23) con un caño y suave y preciso izquierdazo puso el balón lejos de Scuffet para estrenar la nueva etapa de la 'Rojita'.
Las hostilidades estaban desatadas y los de Luigi de Biagio ya no tenían tanta templanza para parar el equilibrio de los de Celades, que apostaban por el desplazamiento, toque corto y apoyos infinitos.
La versatilidad de Oyarzábal y Carlos Soler para intercambiar sus puestos, bajo la sólida contención de Rodrigo, facilitó la labor de la zaga que no pasó por apuros y, encima, el central bilbaíno Núñez casi pone el 2-0 (m. 40), pero su taconazo en boca de gol lo repelió el palo derecho.
A punto de acabar el periodo, Merino filtró un balón a Borja Mayoral que pudo con Bonifazi, encaró a Scuffet y con precisión milimétrica selló el 2-0 que cerraba 45 minutos ilusionantes.
A vuelta de vestuarios, la fuerza italiana se desató y en sólo cuatro minutos Favilli y Orsolini probaron los reflejos felinos del excelso Unai Simón, que evitó lo peor con dos acciones de mérito, y vio muy de cerca un libre directo ejecutado por Murgia (m. 50).
Los cinco cambios realizados en el combinado nacional se dejaron notar, tanto que Italia, con más ambición y verticalidad, se adueño de la posesión del balón y desestabilizó la anterior serenidad española que, sin pasar excesivos apuros, aguantó el envite a base de templar y cuidar la posesión lo máximo posible.
Continuó el carrusel de cambios por ambos bandos, con los dos técnicos probando cosas, lo que terminó por deslucir la cohesión y sintonía asociativa, aunque aún hubo tiempo para que Meré, de un cabezazo elevado, certificara el 3-0 definitivo.