D ice Rubén de la Barrera que la mañana de hoy no es de transistores sino de poner los cinco sentidos en el partido frente al Zamora. Vale. De acuerdo. Es evidente que lo primero que hay que hacer es sacar adelante el partido de hoy. Que de nada sirve lo que suceda en otra parte si tú no has hecho primero tus deberes. Porque hoy hay que ganar y esperar. El empate por lo visto también podría llegar, pero es casi más fácil que nos caiga un meteorito a que con un empate nos metamos entre los tres primeros. O sea, que lo primero es ganar. Lo demás ya lo iremos viendo.
Pero aunque el entrenador deportivista diga que no es día de transistores, es bien cierto que todos los aficionados estaremos pegados a ellos. Quizás no a los transistores de antaño, pero sí estaremos viendo aplicaciones en el móvil con los resultados en directo, o lo estaremos viendo en directo, o cualquier otra tecnología de las de ahora. Lo del transistor en la oreja ya hace tiempo que quedó atrás. Pero vaya, que hoy viviremos una mañana muy parecida a las tardes futboleras de las de antes: viendo a nuestro equipo y escuchando lo que pasa en otros sitios.
La verdad es que echo mucho de menos aquellas tardes de las de antes, con casi todos los partidos a las 5 en domingo salvo alguno que se adelantaba al sábado. Ahora ya no es así salvo en las últimas jornadas. Ahora las televisiones mandan y quieren una franja horaria para cada partido. Es lógico que sea así, son las que pagan y tienen que rentabilizar esa inversión. Pero hay que reconocer que la emoción de antes ya no la tenemos ahora. Qué se le va a hacer.
Para mí, la tarde de transistores por antonomasia fue la que todos vivimos intensamente aquel mes de mayo de 1988 con el descenso a Segunda B en juego. El día del gol de Vicente que nos hizo saltar a todos. Llegaban a la última jornada el Bilbao Ath con 31 puntos, el Hércules con 29 y el Deportivo con otros 29. Sólo se podía salvar uno y era la época en que las victorias valían dos puntos. Las cuentas coruñesas eran muy claras: ganar al Racing en casa y que el filial bilbaíno perdiera su partido ante el Xerez. El Hércules no nos afectaba porque en un triple empate nos salvábamos nosotros, y cualquier otra combinación nos condenaba. Recuerdo que los partidos tenían que empezar a las 5, pero en el caso coruñés debió empezar con casi un cuarto de hora de retraso. No eran muy meticulosos los árbitros entonces. No como ahora, que están con el reloj en mano y el pinganillo en la orejan para empezar todos a la vez en el segundo exacto. Y la historia ya la conocen de sobra, marca el Xerez a la hora de juego, vuelve a marcar 15 minutos después, el Bilbao Ath que pierde y en Riazor nosotros con 10 minutos por delante y sin marcar ese gol que luego llegó en el descuento. Recuerdo la angustia de oir por la radio que los resultados nos favorecían y nosotros no éramos capaces de marcar. Hasta que Vicente marcó. Aquella sí que fue una tarde de transistores con final feliz. Nunca la olvidaremos. También el año pasado íbamos a tener otra tarde de transistores para lo mismo que en 1998, pero entre un virus llamado Covid 19 y otro llamado Tebas nos lo chafaron. Lo que iba a ser una emocionante tarde acabó en el paripé que todos sabemos.
Hoy tenemos otra mañana de transistores, de app o de lo que ustedes quieran. Esperemos otro final feliz. No nos jugamos ningún título ni ningún ascenso o descenso. Tan solo conseguir una bola extra y pasar a la segunda fase con los mejores y tener 6 partidos para arreglar el desaguisado que hemos tenido en partidos anteriores. A ver qué pasa…