Desde el pasado domingo, Natxo González ya no es el entrenador del Deportivo. La directiva ha vuelto a las andadas y ha echado al entrenador, que es la solución que más a mano ha encontrado a lo largo de su gestión. La mala racha, sobre todo en Riazor, ha inclinado a Tino Fernández y compañía a tomar esa decisión que, por otra parte, venían pidiendo un gran número de aficionados, dicho sea de paso.
Para ser coherentes con nuestra propia opinión, en esta misma columna nos manifestamos a favor de la continuidad de Natxo, y así lo seguimos pensando. Lo que ocurre es que ahora nunca sabremos lo que hubiera ocurrido de llegar el entrenador vasco a final de temporada. Su relevo por José Luis Martí no garantiza nada, aunque con su cambio la directiva espere una lógica reacción del equipo ya en Pamplona.
Es cierto que la imagen dada por el equipo ante el Rayo Majadahonda fue penosa. Y, sí, Natxo parecía hundido. ¿Ya se le había amenazado con el cese? En cualquier caso, él ya sabía lo que había, como demostró hace unos días en una rueda de prensa. Lo que hubiera ocurrido, como decíamos antes, nunca se sabrá porque, entre otras cosas, a ningún entrenador se le da la oportunidad de enderezar lo que tuerce.
No sabemos realmente qué pasó en las últimas semanas dentro del vestuario deportivista –ya no hacemos información del equipo-, pero la caída libre de las últimas ocho o diez jornadas tiene que tener un motivo, no solamente la explicación de que Natxo González se haya vuelto un mal técnico en dos meses.
Capítulo aparte merece el director técnico del equipo, Carmelo del Pozo. Si la directiva fuese coherente, en algún momento –o a final de temporada- debería seguir el mismo camino que Natxo, porque parece ser que fue él al que dejaron elegir libremente, dentro de un orden, a los componentes de la actual plantilla blanquiazul.
Y qué decir de la junta directiva deportivista. Pues que su gestión económica dicen que es estupenda. Parece que, con la ayuda del Ayuntamiento, arregló un estadio de Riazor que, según apuntan, ha quedado muy coqueto.
Y ha impulsado, entre otras cosas más, un museo de la historia del club que está tomando cuerpo con el paso de las semanas y que se prevé muy interesante. ¿El equipo? ¡Ah, sí! Bien, gracias. ¿Y los entrenadores? Pues que pase el noveno porque al octavo, en cinco años, le acaban de dar pasaporte.
Nos imaginamos que tras la decidida apuesta por José Luis Martí (se tardaron horas únicamente en anunciar el relevo, prueba de que la decisión tenía visos de estar tomada con anterioridad), la directiva hará piña con la nueva dirección técnica con el fin de lograr el objetivo que todos se han trazado al comienzo de la temporada. Bajo esta decisión de fichar al técnico mallorquín se entiende que subyace la implícita promesa de que, si el equipo no consigue el ansiado y planeado ascenso a Primera División, será toda la junta directiva actual la que se irá para casa, más que nada por ser copartícipes destacados de un nuevo fracaso deportivo. ¿A que no?
Pero no vamos a ser pesimistas cuando todavía quedan nueve jornadas para acabar la competición. Y tampoco vamos a creer esa “pequeña maldición” con la que Natxo se despidió del equipo, diciendo que este año “le tocaba” ascender, según su historial como técnico. Desde luego, salvando las distancias, cuando oímos sus palabras nos acordamos de aquel entrenador húngaro del Benfica, Bela Guttmann, quien “condenó” al equipo portugués a no ganar en cien años ningún título europeo cuando lo despidieron. Y ya llevan cerca de sesenta sin “rascar” una copa.