Parece que todavía hay gente metida en esto del fútbol que no se enteró que el coronavirus vino para quedarse. Cierto que en un futuro no muy lejano dejará de ser una ‘pesadilla’ y nos sacudiremos el miedo generalizado que tenemos al contagio, ya que habrá una vacuna o un remedio a modo de medicamento para combatirlo. Pero lo que será difícil de borrar es la huella que dejó; la tristeza que originó, los miles de muertos y, además, la estela de los sueños rotos por el desastre económico que sembró.
Lo que resulta increíble es que haya presidente de clubes de fútbol que se estén planteando presionar a Sanidad, a través del Consejo Superior de Deportes, para que los estadios puedan acoger público en sus gradas. Lo que yo les diga, unos iluminados. Por llamarles algo sin faltar demasiado el respeto. ¿En qué cabeza cabe semejante idiotez? Pues en este tipo de gente que ‘agarra’ como un clavo ardiendo al populismo, porque ellos estarán seguramente bien protegidos en el palco noble de los campos de fútbol, mientras el hincha comparte asiento a escasos centímetros del que tendrá a los lados, delante y detrás. Si se contagia, problema de él. Para llorar.
Harían bien estos que pregonan ideas propias de las alocadas aventuras de ‘Mortadelo y Filemón’ en taparse un poco. El fútbol regresó a su actividad dando muestras de su poderío ante una sociedad indefensa. Me explico. La Liga de Fútbol Profesional se gastó un dineral en blindar a los equipos profesionales y poniendo rigurosos protocolos de seguridad con el fin de tejer una burbuja para evitar contagios.
Lo que no tuvieron los sanitarios y todos aquellos que estuvieron en primera línea de combate contra el Covid-19, los equipos de fútbol lo tuvieron al momento. Una vez más se ha demostrado que donde hay dinero hay más medios. Así que es mejor no tentar a la suerte y aquellos que reclaman público en las gradas sean más serios.