Un tanto de penalti de Cristiano Ronaldo en el tiempo añadido (m.97) clasificó al Real Madrid para las semifinales de la Liga de Campeones, que despidió a un épico Juventus, muerto en la orilla del éxito tras firmar un partido épico y a la vez trágico para Gianluigi Buffon.
Un día después de la estrepitosa y humillante caída del Barcelona en Roma, el Real Madrid no podía permitirse el lujo de repetir la historia. Estaba avisado. El Roma enseñó el camino al Juventus y los hombres de Zidane sabían perfectamente lo que podía pasar.
Sí, tenía que ocurrir un milagro. El más parecido lo firmó el Spartak Moscú en 1991, cuando ganó 1-3, pero ni ese resultado servía al Juventus. Mucho tiempo había pasado, aunque todo podía ocurrir. Esa es la salsa del fútbol. Y más cuando el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, en una entrevista dijo que como casi siempre, en semifinales le tocaría el Bayern Múnich.
Massimiliano Allegri, sin embargo, acudió a la cita como un cordero degollado. “Tenemos pocas opciones”, aseguró. Pero por dentro, en el vestuario, seguro que el mensaje fue otro, porque sus jugadores salieron al campo como un volcán en plena erupción. Arrasaron en los primeros diez minutos, revolucionaron la eliminatoria y pusieron nerviosos a novedades como Jesús Vallejo.
El defensa blanco pareció acusar la trascendencia del partido. No se compatibilizó bien con Raphael Varane y, además, Douglas Costa desestabilizó continuamente a Marcelo. Y, con esos agujeros, y sin la jerarquía de Sergio Ramos, en el segundo minuto, llegó el primer gol del croata Mario Mandzukic, que remató un centro desde la banda derecha de Sami Khedira. Se avecinaba un buen lío.
El problema llegó más tarde, pero pudo aparecer mucho antes si Gonzalo Higuaín no llega a fallar otra ocasión casi después del gol tras errar delante de Keylor Navas. El argentino agranda su leyenda de los fallos en días clave. En la final del Mundial, con el Real Madrid, la semana anterior con el Juventus... y también en la vuelta ante los blancos.
Apariencias
Entonces apareció Toni Kroos para calmar el ímpetu italiano. El centrocampista alemán fue el único capaz de aportar alguna idea en medio de la tormenta. Modric estaba espeso y su compañero dio un respiro de media hora al Real Madrid en una buena pelea con Miralem Pjanic. El bosnio no estuvo en la ida por sanción y su equipo lo notó. Con él sobre el césped fue otro. El Juventus tenía un buen director de juego.
Pero Kroos, de vez en cuando, consiguió comerle el terreno y el cuadro blanco, pese a sus errores y carencias, logró sumar alguna ocasión. Entonces, apareció Gianluigi Buffon, que se iba a despedir de la Liga de Campeones y quería hacerlo a lo grande.
Salvó un mano a mano ante Isco, otro disparo del malagueño y un remate de Bale, otra vez casi desaparecido en combate empeñado en dar bandazos a pierna cambiada. El galés sigue sin aportar demasiado y perdió otra oportunidad de demostrar que puede asentarse en el once. Sentó a Benzema y firmó una primera parte para el olvido.
Encima, el Real Madrid seguía sin generar nada. El Juventus no dejaba huecos y de vez en cuando rondaba el área de Keylor Navas. Y en las pocos acercamientos blancos, aparecía Buffon, inmenso en el que decían que iba a ser su último partido europeo.
Por lo menos, en los últimos diez minutos, el Real Madrid tiró de casta. Sin ideas, no había otra opción. Y con arrestos, de nuevo Varane, tras revolverse en el área, y Cristiano, con un cabezazo, pudieron hacer el tanto que habría dado la clasificación al Real Madrid.
Pero el fútbol es caprichoso y cruel. Cruel para el Juventus, que firmó una gran actuación. Mereció mucho más. Murió en la orilla porque Cristiano Ronaldo marcó de penalti.