El español Rafael Nadal emprendió con una victoria plácida el camino hacia el que sería su duodécimo título de Roland Garros, al derrotar en primera ronda al alemán Yannick Hanfmann, procedente de la fase previa, por 6-2, 6-1 y 6-3 en una hora y 57 minutos.
La senda de Nadal comenzó, sin embargo, con dudas. El germano, 184 del mundo con 27 años, salió agresivo, a jugarse el todo por el todo, y en el primer servicio dispuso de cuatro bolas de rotura.
Tras conservar su saque, Nadal decidió acabar con la broma y arrolló a su rival, sin concesiones, poniendo sobre la pista toda la diferencia que hay entre ambos en el ránking.
En su dilatada carrera en París el mallorquín ha conocido inicios tormentosos, difíciles y otros plácidos. El de 2019 entrará a formar parte de la historia de estos últimos, algo que se podía prever por la entidad del rival.
Hanfmann es un tenista poco ortodoxo. Nació con una deficiencia auditiva, que todavía arrastra, por lo que pide a los árbitros que eleven el tono a la hora de señalar la faltas.
Tras terminar la secundaria, dudó entre seguir con el tenis o lanzarse a una carrera estadounidense. Optó por la segunda opción e ingresó en los Trojans de California del Sur, un club universitario, donde consiguió dos títulos y un diploma de relaciones internacionales.
Su arma
Su tenis se apoya sobre el derechazo, que trata de maximizar desde sus 193 centímetros de altura. Poca arma contra un Nadal que llega en plena forma, tras haber levantado frente al serbio Novak Djokovic, número 1 del mundo, el Masters 1.000 de Roma, su único título sobre tierra batida del año, una anomalía en el español que suele dominar esta superficie.
Nadal parece haber dejado atrás el bache anímico y de juego que sufrió tras la lesión que le obligó a retirarse en marzo pasado en semifinales de Indian Wells ante el suizo Roger Federer. El español ha confesado que le invadieron las dudas y eso se dejó notar en su juego. Pero no se vino abajo, reaccionó y fue recuperando el tono mental y físico.
Empezó flojo en Montecarlo, aceleró la recuperación en Barcelona y acabó de afinarla en Madrid, aunque en un nuevo bache perdió en el penúltimo escalón contra el griego Stefanos Tsitsipas. Pesa a que las sensaciones no eran muy buenas, en cada torneo alcanzó las semifinales.
En Roma acabó de poner a punto la maquinaria. A las puertas de Roland Garros, el tenis del mallorquín brillaba con su habitual solidez. Las dudas acabaron de partir tras la final ganada con brillantez contra Djokovic.
Nada más aterrizar en París confesó que su confianza está restablecida. Por delante tiene una semana para poner a punto su juego y su forma. Como a él le gusta, de menos a más, con primeras rondas poco exigentes hasta que lleguen los momentos decisivos, los rivales que cuentan.
Su siguiente rival será otro Yannick, en este caso Maden, también surgido de la fase previa, 115 del mundo a sus 29 años, debutante también en el cuadro final de Roland Garros, que venció por 7-6(0), 7-5 y 6-3 al belga Kimmer Coppejans, igualmente clasificado.
Afortunado en el sorteo, Nadal vio cómo su teórico rival por ránking en octavos, el georgiano Nikoloz Basilashvili, 15 favorito, caía en primera ronda ante el argentino Juan Ignacio Londero, que jugaba su primer partido en un Grand Slam.