La trayectoria del Madrid en la presente Euroliga “habla bien del equipo”, como repite una y otra vez Pablo Laso, y conseguir un puesto entre los cuatro primeros a falta de cuatro jornadas es todo un logro.
La ventaja de campo, la posibilidad de tener un quinto partido en casa en las cruces de cuartos de final si es necesario, no es poca cosa, aunque tampoco garantiza nada, ya que no en vano los dos últimos campeones de la competición, Fenerbahce y el propio Real Madrid, abrazaron el título siendo quintos en la fase regular.
Laso pierde a Anthony Randolph, por problemas en un tobillo, pero recupera a Trey Thompkins. El técnico madridista viajó con trece jugadores –Pantzar y Kuzmic también se quedaron en Madrid– y decidirá momentos antes del partido quién es el descarte.
El Madrid jugará en Moscú el primero de los cinco partidos que tiene que disputar en once (Khimki, Manresa, Olimpia Milán, Baskonia y Barcelona).
“Si jugamos como ante el Fenerbahce será muy difícil que nos saquen de la cancha”, asegura Walter Tavares, pero también hay que tener en cuenta que el conjunto blanco perdió en sus dos últimos desplazamientos y también cuatro de los últimos seis en los que fue el visitante.
Alexey Shved es el centro del Khimki, por él pasa todo el juego del equipo y también gran parte de su efectividad. El escolta anota y reparte juego. El Madrid es consciente y ya aprobó esa asignatura en otras ocasiones con una defensa en equipo y con ayudas para frenar al genio ruso.
El dominio del rebote –el Madrid es el mejor de la Euroliga y el Khimki el penúltimo–será fundamental y también que Tavares no se sienta incómodo ante los atléticos, ágiles y bajos pívots del equipo ruso. Pero además de todos estos condicionantes, un duelo Llull-Shved, aunque no siempre sea directo, merece por sí solo la atención de cualquiera.