Quique González fue una de las grandes noticias de la temporada 2018-19, que terminó con un sabor amargo para el deportivismo, después de que el equipo se quedara a un solo gol de Primera División.
El delantero vallisoletano llegó el pasado verano al club coruñés después de que el Depor abonara al Osasuna la cláusula de rescisión del futbolista, 1,7 millones de euros.
Y el pucelano, llamado a ser la referencia en el área, cumplió. Fue el jugador que asumió el peso ofensivo del equipo (máximo realizador con 16 tantos en la liga regular y otro en el playoff) y, además, aportó muchísimo trabajo al ser un jugador que no se cansa de pegarse con los centrales.
El atacante de 29 años, procedente del Osasuna, formó, junto a Carlos Fernández, una de las mejores parejas ofensivas de Segunda División.
Entre ambos, finalizaron la competición regular con 24 dianas. Pero aunque el sevillano tiene más calidad, fue el pucelano el que se convirtió en la principal referencia en ataque, ya que lideró el apartado realizador blanquiazul con 16 goles, que ampliaría a 17 posteriormente, en los tres partidos que disputó en el playoff de ascenso.
Hasta en cuatro ocasiones, consiguió un doblete. Dos de ellos, de manera consecutiva, en las jornadas sexta y séptima, en las que encarriló los triunfos ante el Granada en Riazor (2-1) y el Nástic en Tarragona (1-3). En la decimotercera jornada, repitió doblete en la goleada blanquiazul contra el Oviedo en el estadio coruñés (4-0), y el último lo consiguió en el empate en casa contra el Alcorcón (2-2) en la semana 28 de la competición.
En la segunda vuelta, bajó su efectividad realizadora y consiguió únicamente media docena de tantos.
Además, los problemas musculares condicionaron su participación en el playoff. Se perdió la ida de la semifinal y solo jugó 19 minutos en la vuelta. Eso sí, disputó los 180 minutos de la final.