LA MAYOR mayor parte de la expedición del Fuenlabrada regresó a su lugar de origen. Debemos alegrarnos de que hayan superado las pruebas del coronavirus y, por fin, puedan estar con los suyos. Abrazar a sus familiares y poner fin al calvario vivido en A Coruña. Fue una situación injusta para los componentes de la plantilla del club madrileño, ellos de alguna manera también han sido víctimas de un esperpento generado por Javier Tebas, que antepuso sus intereses económicos a los de la salud de las personas, que ya más rastrero no se puede ser. En total treinta y tres personas partieron de Alvedro directamente a Barajas para poner fin a un confinamientos que debería de servir para algo.
En eso soy radical. Con la salud de la gente no se puede jugar y el presidente del Fuenlabrada, como si de un perrito faldero se tratara, obedeció fielmente a su amo Javier Tebas enviando, siendo conocedores los dos de que había contagios, al equipo A Coruña. Vaya elementos. Tengo claro que si fuese miembro del club madrileño, me plantaría en el primer juzgado de Madrid y presentaría una denuncia contra el club por haberme expuesto a una enfermedad que se llevó a miles de vidas en nuestro país. Eso es un delito y, además, de los graves en plena situación de alerta sanitaria.
Pero veremos en que acaba toda esta rocambolesca historia, que seguro que todavía nos deparará algún que otro capítulo que nos sacará los colores. España es un gran país, pero perdemos credibilidad por sus dirigentes de cara a los estamentos europeos y a la vista está.
Cómo es posible que el Consejo Superior de Deportes (CSD) no haya tomado cartas en el asunto y no ponga freno a Javier Tebas, que sigue mofándose de las instituciones que tienen la dignidad de defender a sus ciudadanos tachándalos de antidemocráticos. A ver si actuamos ya.
