El Depor lleva sin ganar un partido desde el año pasado. Cuatro victorias en 21 encuentros y ni una fuera de casa son un escaso bagaje para un equipo que no quiere pasar apuros en su lucha por no descender. La realidad de la Liga indica que tienes que sumar ya (lo indicaba hace muchas jornadas) porque en caso contrario el 'glorioso' se va a unir a los 'cinco de abajo' que pelearán hasta el último suspiro por mantener la categoría. Lo del 'partido menos' tampoco vale para mucho. La realidad es dura.
Y es cruel, porque aunque el plantel no dé muestras de conjunto roto, de equipo sin ideas, de actitud negativa, aunque compita bien en muchas facetas de los partidos, lo cierto es que con muy poco le penalizan, le hacen gol, pierde sus enfrentamientos en momentos puntuales. Es una sangría que Garitano no ha sabido cortar por el momento.
Aunque los especialistas y compañeros consultados por este diario están 'tranquilos a medias' porque creen (creemos) que hay plantilla suficiente para tener números mucho mejores de manera inmediata, la afición señala como culpable al entrenador. Así es el fútbol.
Ganar es la única medicina para los males del Deportivo. El partido del sábado, no siendo una final, adquiere el cariz que tendrán todos los de Riazor a partir de la fecha, donde el Depor ha de fraguar su salvación. Cada envite en casa, sea quien sea el rival, es para jugar 'a muerte'. Pero los '93 o 94' minutos, no 'ochenta y pocos'.
