España se proclamó campeona del mundo de waterpolo en categoría masculina por cuarta vez en su historia. Otro partido épico de la selección, con remontada incluida, pero para leyenda la de Felipe Perrone. Nacido en Río de Janeiro hace 39 años y después de más de dos décadas como profesional, jugaba el último partido de su carrera y se dio el lujo de cruzar a nado con el balón la piscina en la última posesión, marcar el último gol de la final y después, de levantar el título en lo más alto del podio. Ni en sueños le hubiese quedado una despedida tan redonda. Casi tanta justicia poética como cuando Lucas Pérez marcó el gol que devolvió al Deportivo a Segunda División.

Fue una jornada de matrícula de honor en la piscina en la que la antes denominada sincronizada, ahora natación artística, sumó otro oro de Iris Tió, esta vez acompañada por Lilou Luis en el dúo, la única modalidad en la que España nunca antes había triunfado; y la plata de Dennis González y Mireia Hernández en el dúo mixto. Y Carlos Gimeno terminó primero tras las dos primeros saltos desde la vertiginosa plataforma de los 27 metros. Éxitos a remojo.

En unos días empezarán las pruebas en la piscina en las que España no cuenta con demasiadas bazas, por no decir ninguna. El plato fuerte, por el que todos los frikis de la natación entre los que me incluyo estamos esperando, es el duelo en los 800 libres entre Katie Ledecky y Summer McIntosh. La canadiense, que salvo catástrofe será la reina del campeonato, es la única que puede impedir que la estadounidense sume su séptimo título consecutivo en la distancia, a los que hay que sumar los oros olímpicos de Londres, Río, Tokio y París. Qué injusto es el deporte con ella, siempre a la sombra de Michael Phelps. Espero que aguante tres años para hacerse un Perrone y se despida a los grande en casa, Los Angeles 2028, como la mejor de todos los tiempos.