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17º-23º

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P    erder el tren de la Copa del Rey en el primer envite frente a un rival objetivamente inferior como el Guijuelo (milita en la 2ª RFEF), es un desastre para un club que tiene dos trofeos de campeón de España en sus vitrinas. Y es que nobleza obliga a pelear todos los partidos, máximo cuando has sido campeón en dos ocasiones y tienes a la afición muy necesitada de alegrías.


Quizás la peor noticia no sea sólo la derrota sino la indolencia que se empieza a notar entre los jugadores. En este sentido no fueron muy estimulantes las impresiones de Álex Bergantiños que afirmaba al término del partido: “Lo importante es la liga. No nos tiene que quitar el sueño la Copa”. Sin comentarios.


La grada se empieza a hartar de las disculpas. Primero aparece como excusa que no se alineó a los jugadores habituales del equipo, después que el césped artificial beneficiaba al Guijuelo…, pero ¿en qué división se creen que juegan estos fenómenos? Habrá que repetirles que el Dépor -ganador de dos Copas del Rey- está jugando en la tercera categoría del futbol nacional por tercer año consecutivo, y a día de hoy no está en puestos de ascenso directo ni de promoción.


Todo esto sucede en un club que cuenta con el mejor campo de fútbol de la categoría, las mejores instalaciones de entrenamiento, uno de los presupuestos más altos de la competición -sería imprudente afirmar que es la mejor plantilla-, además de la mejor y más numerosa afición.


¿Es tanta la exigencia como para despreciar la competición copera -la única manera de volver a ver un Primera División en Riazor- para centrarse, con poca fortuna, en el torneo de la regularidad?


Empieza a dar la impresión que la numerosa afición deportivista ha asumido con normalidad ver a su equipo atascado en tercera y no imagina la manera de salir del pozo, al mismo tiempo que le generan una cierta indiferencia los resultados y la clasificación.


Y es que ya no se ve buen fútbol en el estadio coruñés. Los partidos son, en demasiadas ocasiones, insufribles. Son muchos los socios veteranos que han dejado de ir a Riazor, y los más jóvenes, los que se fueron incorporando con la esperanza del ascenso, es fácil imaginar que tengan la moral un poco tocada.


O se insufla un poco de alegría y ánimo a la grada en forma de resultados, o el sentimiento se empieza a desvanecer.


@pgarcia_ramo

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