La historia de Guille Pelegrín impactó hace unos días en la portada de este diario, para el que escaló en el rocódromo de Riazor en una demostración de que no hay barreras cuando sobra voluntad. Guille es ciego y aquel día lamentaba un suceso que le había amargado durante la jornada anterior. Resulta que había ido al Frontón a entrenar como hace habitualmente y mientras trepaba alguien se llevó el teléfono móvil que, obviamente no llevaba encima.
Una situación así es un engorro y una contrariedad para cualquiera que lo sufre, pero para una persona ciega es mucho peor. Pelegrín tuvo la suerte de que ya había quedado con una persona para que le fuese a buscar tras el adiestramiento. Y al día siguiente narraba lo sucedido como una anécdota. Desgraciada, pero anécdota