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Estamos prácticamente en la recta final de todas las competiciones ligueras europeas (Argentina y Brasil se mueven en otra dinámica) y ya hay algunas que están decididas. A otras les queda un final muy interesante, como pueden ser la Bundesliga y la Premier League, cuyos líderes se mueven en un solo punto a falta de cinco o seis jornadas. Sin duda, entre las ‘concluidas’ se hallan el torneo español, el italiano, el francés y el neerlandés, todos ellos con una claridad sorprendente cuando se supone que entre primeros y segundos no hay tanta diferencia.
 

En esta ocasión, quiero hacer hincapié en la competición española. El Barcelona se ha mostrado tremendamente sólido, encajando únicamente 11 goles en 31 partidos, cifra increíble y que  le que ha valido para contrarrestar las dudas que su juego presentó durante algunos momentos de la temporada. Sin embargo, esta liga no está calando en el club azulgrana y sus seguidores como otras porque les ha salido un estigma con el ‘caso Enríquez Negreira’, al que la entidad no termina de saber cómo afrontar ni justificar. Se dan vueltas a la noria, se convocan ruedas de prensa anodinas pero no se pone el dedo en la llaga y se aclara el porqué de los pagos por parte del club a un alto directivo del Comité Técnico de Árbitros durante tantos años. 
 

Se puede percibir también que este turbio asunto ha enfriado mucho a aficionados que siguen al Barcelona a lo largo de la geografía española. Esos aficionados que tratan de desentenderse de todo aquello a lo que Laporta y sus antecesores se aferran: ese catalanismo que se entiende poco fuera de Cataluña y esa bandera en la que se escudan sin venir a cuento y que siempre sirve de paño de lágrimas ante cualquier contrariedad. Pero al que haya seguido mínimamente las andanzas del Barcelona desde finales de los años sesenta no le sorprenderá nada este  camino que ya se había intentado recorrer con anterioridad. Ocurre que ahora parece haber más ‘facilidades políticas y sociales’.
 

En resumen, por unas cosas o por otras, el fútbol siempre nos atrapa. Porque el fútbol no es sólo fútbol sino también todo lo mucho que lo rodea: árbitros, declaraciones y otro tipo de actuaciones fuera del campo de las que sus seguidores  están pendientes, incluso las que tienen derivadas políticas que en este caso son muchas.

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