Mi amigo Manolo
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Mi amigo Manolo

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Mucha pena me ha dado la noticia del fallecimiento del popular ‘Manolo el del bombo’. Lo primero porque no era tan mayor para habernos dejado, aunque parece que arrastraba problemas de salud desde hacía algún tiempo. Y lo segundo porque con él se va otro pedazo de mi infancia viendo los partidos de la selección española con él eternamente animando desde las gradas.


Manolo era, visto con la perspectiva de 2025, un personaje muy peculiar. Más propio de principios de los años 80 que del siglo XXI. Para empezar el nombre, “Manolo el del bombo”, suena a la época de Jenaro el de los 14, del doctor Cabeza presidiendo el Atlético de Madrid, de Satrústegui, de Arconada y de López Ufarte, de Santillana, de Rincon y del 12-1 a Malta. Pero miren ustedes por donde, ese personaje vestido con amplia boina, con su bombo, pantalón de chándal, barriga cervecera y camiseta de la selección, y un nombre, Manolo, tan español y tan castizo han llegado a 2025 sin perder un ápice de frescura y no faltando casi nunca a los partidos de la selección


Tuve la oportunidad de conocer a Manolo en uno de los veranos en los que se acercó por esta ciudad para asistir al Teresa Herrera. La primera vez que vino creo que fue en 1984 y luego en 1985 repitió. Y fue en ese año cuando le conocí. El hombre para costearse los viajes con la selección se dedicaba, además de lo que sacaba con sus negocios de hostelería, a vender pines, banderines y demás parafernalia con su cara y su bombo en un puesto improvisado que colocaba al lado de los puestos de banderas que se instalaban por los alrededores del estadio durante los días que duraba el torneo.


Recuerdo ver a Manolo sentado en una silla, con una pequeña mesa delante y vendiendo todo tipo de artículos futbolísticos a la altura del paseo que había entonces frente a la playa de Riazor a la altura de la calle Pondal. Y fue allí donde yo, que era un adolescente entonces, le solicité una pequeña entrevista para un fanzine que hacíamos en el colegio. Ese día él se excusó, pero me citó al día siguiente para responder a mis preguntas. Y dicho y hecho, llegué a la mañana siguiente y nada más verme me saludó con un “¡hola Arturo!”. No me lo podía creer. El célebre Manolo el del bombo se acordaba de mi nombre. Respondió a mis preguntas, me hice una foto con él y me regaló un pequeño banderín con el escudo del Deportivo en un lado y su imagen en el otro.


Obviamente al empezar el curso fui por todo el colegio enseñando la foto y diciendo que Manolo el del bombo era amigo mío. Faltaría más. Aquel individuo, que entonces tenía 36 años, pero que a mí me parecía un señor mayor, me había hecho feliz aquel verano. Por lo demás, aquel Teresa Herrera lo ganó el Atlético de Madrid venciendo al Oporto de Paulo Futre en la final y derrotando al Real Madrid en la semifinal, que quedó último en el torneo. Y antes de empezar el primer partido y al acabar la final, Manolo saltaba al campo, saludaba a todo el mundo y se ponía a besar el césped. Todo un personaje.


Un gran tipo, Manuel Cáceres Artesero, va a ser raro ver un partido de la selección y que no esté él en la grada. A mí, por lo pronto, se me ha ido otro trocito de mi infancia.

 

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