Paco Liaño: "La final de Copa de 1995 fue muy larga y difícil de gestionar, pero acabó bien"
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Paco Liaño: "La final de Copa de 1995 fue muy larga y difícil de gestionar, pero acabó bien"

Paco Liaño: "La final de Copa de 1995 fue muy larga y difícil de gestionar, pero acabó bien"
Paco Liaño, con la Copa del Rey, durante el recibimiento de la afición blanquiazul al Dépor en Riazor tras el título conquistado en el Bernabéu | Archivo El Ideal Gallego

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30 años se cumplen del primer capítulo de la primera final de la Copa del Rey que el Deportivo conquistó para sus vitrinas. Una cita que se jugó en dos días distintos, debido a la tormenta que cayó en Madrid el sábado 24 de junio de 1995. Corría el minuto 80 del duelo ante el Valencia, con 1-1 en el marcador, cuando el árbitro, García Aranda, detuvo el encuentro. La final se resolvió tres días después, el martes 27. Quedaban 10 minutos, pero a Alfredo Santaelena le bastaron 55 segundos para marcar el 2-1 con el que el cuadro coruñés inscribió su nombre en la historia copera por primera vez. La otra fue el 3 de marzo de 2002, pero de esa ya hablaremos cuando corresponda. Uno de los protagonistas de aquella Copa de 1995 es Paco Liaño, el portero titular del SuperDépor, con el que recordamos la gesta.

 

¿Qué es lo primero que pasa por su mente cuando piensa en aquella final?
Que soy muy mayor (risas). Sigo pensando que es el partido más bonito que me ha tocado jugar en toda mi trayectoria. Salvo para futbolistas que tengan la suerte de jugar de forma habitual la Champions o finales de ese tipo, a nivel nacional es el partido que a todo futbolista le gustaría poder disputar al menos una vez en la vida por lo que tiene de especial, jugar en un campo neutral, tener la afición dividida... Además, después de la decepción que supuso la pérdida de la Liga el año anterior, cuando el penalti de Djukic, este era el partido que necesitábamos para resarcirnos. Se juntaron una serie de ingredientes, pero, sobre todo, por lo bonito que supone jugar una final de la Copa del Rey por lo todo lo que le rodea.

 

¿Cómo se quedaron cuando se suspendió el partido?
Era la primera vez que se suspendía una final y a todos nos dejó descolocados. Uno de mis primeros pensamientos tuvo que ver con la cantidad de gente que se había desplazado para vernos y que se tenía que volver sin que aquello se hubiera resuelto. Si regresarían o no para los diez minutos que quedaban. Y, por otro lado, estaba la incertidumbre de cómo se podría plantear un partido a diez minutos, aunque todos pensábamos que se iba a resolver en una prórroga, tal y como estaba el resultado. Todo esto hizo que fuera aún más especial. Incluso teníamos la incertidumbre de si nos podíamos quedar en el mismo hotel, entrenamos un día en el viejo campo del Atlético de Madrid, el Vicente Calderón...

 

¿Cómo mantuvieron la concentración durante la espera?
Creo recordar que en aquellos momentos en el Deportivo ya se barruntaba que iba a ser la última temporada de Arsenio, se hablaba del cambio. Todas esas circunstancias estaban también en el aire. Además de ser un partido especial, se acabó convirtiendo en muy largo y difícil de gestionar, pero afortunadamente acabó bien. Luego fue muy bonito el martes, cuando se reanudó, volver a ver a tantísima gente que se había vuelto a desplazar desde A Coruña. Probablemente algunos de ellos no pudieron venir en un primer momento y luego consiguieron la entrada de alguien que se la dejó... Salir al Bernabéu de nuevo para jugar diez minutos y encontrarte otra vez el estadio lleno. Y después, todo lo que se desató cuando se consiguió la victoria, hace que aunque haya pasado mucho tiempo, todavía te pone “la gallina en piel”, como decía el bueno de Arsenio.

 

Es el partido más bonito que me ha tocado jugar en toda mi trayectoria

 

¿Sale uno al campo más nervioso cuando se juega un título en diez minutos, más el añadido y una posible prórroga?
Más nervioso no sales. Se planteó como si fuera un partido de una sola parte, porque restaban diez minutos más los 30 de la prórroga, pero marcar el gol nada más reiniciarse el partido cambió cualquier guion que estuviera previsto. No nos dio tiempo a pensar en nada más que en jugar y terminar de aquella forma tan maravillosa, así tuvimos más fuerzas luego para la celebración, porque nos cansamos poco (risas).

 

¿Recuerda los consejos que les dio Arsenio?
No, porque ha pasado mucho tiempo, pero Arsenio no era de mucho hablar, sino más bien muy preocupado de que al futbolista no le faltara nada, estuviera cómodo, tuviera muy claro cuáles eran sus funciones y le daba lo mismo que fueran diez minutos, que un partido de 90. Su forma de afrontar los partidos siempre era desde la cautela y haciendo las cosas bien, como el equipo se había acostumbrado a hacer. Encima, había gente suficientemente veterana, porque muchos de ellos ya habían jugado cosas mayores. No éramos un equipo inexperto, porque ya veníamos de dos años atrás peleando por la Liga. No sé si, a priori, éramos favoritos cuando se planteó aquella final, pero desde luego no éramos un rival que fuera allí con las orejas gachas. Aquel Dépor ya tenía cuerpo y era respetado y no hay más que repasar la alineación para ver que había jugadores con títulos y experiencia. Eso a Arsenio le facilitaba un poco esa visión que tenía del fútbol de hacer las cosas sencillas, pero bien hechas. Esa fue un poco la clave del éxito de aquel equipo, no solo la Copa, sino la trayectoria que tuvo.


¿El fantasma del penalti de Djukic planeó cuando Mijatovic marcó el 1-1?
No, porque, además, después del empate no dio tiempo casi a nada más porque empezó la tormenta y se acabó la cosa. A nivel de jugadores, tampoco había esa sensación de revancha que flotaba en el ambiente por la Liga del año anterior. Predominó más la ilusión de obtener el primer título importante para el Deportivo. Ahora hablamos de que el Dépor es uno de nueve, pero de aquellas éramos el equipo que estuvo a punto de ganar aquella Liga, pero nada más. A nivel general de España caíamos bien. Se daban circunstancias muy agradables para ser miembro de aquel equipo y disfrutar todos los días. Yo sentía que éramos un equipo donde merecía la pena estar por todo lo bien que nos iban las cosas. Lo mejor de todo es que salió bien y en mi historial tengo una Copa del Rey como mayor logro.

 

Ya quisieran muchos.
No lo digo con pena, sino, el que tenga más, que lo diga (risas).

 

¿Cómo vivió desde la portería el gol de Alfredo?
Como una locura (risas). Me tocó estar en la portería del fondo que ocupaba la afición del Valencia y, salvo algunos que están más locos que yo, que cruzan el campo, normalmente los porteros celebramos los goles solos y en nuestra parcela. Así me tocó, dando botes en el área y pensando que iban a ser diez minutos con mucha presión por parte del Valencia para tratar de remontar aquello. Así fue, pero lo conseguimos superar.

 

Era el partido que necesitábamos para resarcirnos tras la decepción de la Liga

 

El árbitro pitó el final y...
Fue una locura de abrazos, de lloros, de liberar muchas tensiones porque la espera había sido larga y, sobre todo, de celebración. Todos cruzamos el campo y nos fuimos a la zona donde estaba nuestra afición a celebrar con ellos, buscando la mirada complice de la familia. Era la felicidad más grande que había sentido como futbolista, una satisfacción plena y la sensación no de habernos resarcido, porque aquella Liga no nos la devolvió nadie, pero sí que por fin teníamos un título importante después de que un año antes habíamos sufrido aquella grandísima decepción en Riazor.

 

Fue el gran éxito de Arsenio con su Dépor. ¿Cómo le vieron en aquel momento?
Me acuerdo más de la celebración en Riazor cuando volvimos a A Coruña, que hubo una recepción en el estadio, y tengo más el recuerdo de aquel día de Arsenio haciendo mutis por el foro, cuando todos estábamos allí, él saliendo y marchando por la puerta de atrás porque ya había acabado su trayecto en el Dépor. Quiso, como hacía él siempre, ser el menos notorio o notable en la fiesta. Un poco lo que todos conocéis de Arsenio. Él daba abrazos y agradecimientos a todos los jugadores, pero desde una posición muy relajada, en un perfil bajo. Era parte de su mérito, esa sensación de humildad, de disfrutar, pero con moderación, cuando él era probablemente el principal artífice de aquel equipo que se había conseguido juntar.

 

Por primera vez se suspendía una final y a todos nos dejó descolocados


¿Cómo fue la fiesta en Madrid?
No sé si estaba preparada o no. Recuerdo que nos llevaron al Asador Donostiarra, un sitio típico donde los equipos celebraban sus victorias en Madrid. En aquella cena había más gente que en la guerra. Estábamos los jugadores, algunos con los familiares y había muchísima gente por allí, que incluso no conocíamos. Después de eso, varios jugadores fueron a una discoteca a tomar algo. Las típicas celebraciones y al día siguiente el avión salía temprano y algunos llegaron a la habitación para cambiarse e ir al avión para volver a A Coruña. Mucho follón. Desde luego, no fue nada íntimo, sino más bien una celebración masiva en la que aparecía gente por todos los sitios. Yo, como mi familia se volvió a Santander cuando acabó el partido, lo celebré en solitario. No tenía familia que me acompañara en la cena y hasta que pude volver de vacaciones a Santander, unos días después, no tuve ocasión de celebrar nada con ellos.

 

¿Quién fue el alma de la fiesta?
Había jugadores que se les daba bien el tema de la fiesta, Claudio, Alfredo, Nando... no fiesteros, pero que en esos ambientes de fiesta se movían con cierta soltura. La ilusión fue muy grande porque algunos éramos debutantes en eso de los títulos. Nos lo pasamos muy bien, pero no me preguntes detalles porque no me acuerdo.

 

¿Qué le marcó más del retorno a A Coruña y la celebración con la afición blanquiazul?
Ya el aeropuerto estaba petado de gente que había ido a recibirnos. El recorrido en autobús hasta el estadio, por toda la Avenida de Alfonso Molina, todos los puentes llenos de gente, la ciudad vestida de blanquiazul, todos los balcones, gente por todos los sitios... Aquel día, A Coruña fue la ciudad de las banderas blanquiazules porque todas las ventanas estaban llenas, gente aclamándonos. Una locura. El estadio lleno, allí no cabía nadie. Una fiesta blanquiazul y mucha gente por fin feliz. Para la gente yo creo que fue más liberatoria esa victoria de la Copa del Rey, como esa revancha tomada, que para los propios futbolistas.

 

Fue muy bonito, cuando se reanudó, volver a ver a tantísima gente de A Coruña

Paco Liaño: "La final de Copa de 1995 fue muy larga y difícil de gestionar, pero acabó bien"

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