Su única petición fue la del lugar. Quería que fuese en Betanzos. Como en casa en ningún sitio. Primero fue fotografiado en la Praza da Constitución y después charló largo y tendido en la terraza de la Cafetería Lanzós. Óscar Gilsanz es el entrenador de Fabril, el filial de un Deportivo que el pasado domingo consiguió el primero de los cuatro ascensos a los que aspira esta temporada. Óscar es un hombre feliz tras ganar su primera liga de Tercera.
El trabajo está hecho, el objetivo cumplido.
Tengo la sensación de acabar un trabajo que normalmente se inicia mucho tiempo antes. Es una sensación de satisfacción por haber acabado el trabajo y haberlo acabado bien.
¿Cuándo inició ese trabajo: cuando se hizo cargo del Fabril hace dos años o esta temporada?
Desde el punto de vista del entrenador, el trabajo empieza cuando uno se hace entrenador. Llevamos tres años en el club en los que hemos coincidido con muchos jugadores en toda la etapa por lo es un proceso, pero no sólo de estas tres temporadas. De este proceso forman parte otros entrenadores de la cantera y me parece justo reconocer su trabajo.
¿Se disfruta más el propio día o a medida que pasan los días?
Evidentemente, el propio día es un subidón. Los entrenadores, quizá por la edad, quizá por las experiencias, lo vivimos con un poco más de calma. Es un subidón cuando ves a tu gente: a tu familia, a tus amigos, a la gente del club con la que trabajas codo con codo. Ahí se concentraron todas las emociones. Pero cuando se piensa más en frío es cuando se empieza saborear de verdad.
Ha llegado al final del camino, ya no habrá nada más esta temporada. ¿Siente vacío?
Sí, es una sensación recurrente, una sensación de vacío cuando consigues algo por lo que llevas trabajando mucho tiempo. Aunque el del ascenso no era el único objetivo que teníamos como equipo desde el mes de agosto, a medida que se acerca, cuando eres líder durante muchas jornadas y quieres acabar en esa posición, no piensas en otra cosa que no sea cómo hacer para conseguir los puntos que te permitan terminar ahí. La sensación actual es de vacío, pero un vacío que se llena con los integrantes del cuerpo técnico y con gente cercana. Con suerte, podemos estar muchos años en el fútbol y, también con suerte, algunas veces ganamos pero lo normal es ganar poco.
Hasta ahora se despertaría todos los días pensando en el siguiente rival. ¿Cómo se levanta ahora?
Además de en el trabajo, a nivel futbolístico pienso en lo más inmediato, en volver a entrenar y en organizarme para poder ver este fin de semana el ‘playoff’ porque me gustaría ver los cuatro partidos. ¿En qué ha cambiado? Ahora tengo la cabeza un poco más limpia.
Ha estado toda una vida al servicio de su categoría fetiche de jugador y de entrenador, pero nunca había sido campeón. ¿Se ha pasado el juego de la Tercera con este título?
No, porque no considero que los entrenadores seamos de categorías. Los entrenadores somos entrenadores de equipos. Los hay que entrenan más habitualmente en una categoría que en otra, pero yo me considero perfectamente preparado para entrar en cualquier liga, igual que considero que un entrenador de una categoría profesional tendrá las mismas dificultades que tiene un entrenador de regional. Para nada me considero un entrenador que ya va a entrenar más arriba. Seguro que volveré a entrenar en Tercera, pero siempre es importante tener un reto mayor.
¿Le hubiese hecho más ilusión en una liga de veinte equipos?
La liga de veinte equipos era lo más habitual, pero la ilusión es la misma.
¿Pensaba que sería más difícil?
No, yo creo que todo es complicado. Fue muy difícil clasificarme con el Juvenil del Betanzos para una fase de ascenso a la Liga Gallega, me pareció muy complicado el ascenso con el Betanzos a Tercera con tres años de mucho trabajo, me pareció muy complicado el ‘playoff’ del Villalbés, el campeonato de España con el Depor Juvenil... Los objetivos tienen valor según lo que te cuesta conseguirlos. Todo cuesta pero no sólo para el que gana, también para el que, al final, no gana. Esta semana, como ganamos nosotros, parece que todo el trabajo es nuestro, pero las temporadas en las que no fuimos capaces de ganar también trabajamos. Los equipos que no han conseguido objetivos seguramente también hayan trabajado mucho como para conseguirlos, pero el deporte va de eso, de que no siempre se consigue lo que se merece.
En los ocho partidos contra los equipos de ‘playoff’, el Fabril sólo ganó uno.
¿Y cuántos perdimos? Ninguno. Pero tenía ese dato. Fueron partidos muy igualados con muchos empates sin goles. Hubo dos 0-0 en los partidos contra el Rápido y dos 0-0 contra el Villalbés. También terminó 0-0 el de A Lomba contra el Arosa. Empatamos con goles los dos frente al Ourense. El dato me dice que había muchísima igualdad, que de esos ocho partidos sólo conseguimos una victoria contra el Arosa que nos permitió depender de nosotros mismos en la última jornada. Era muy importante ser capaces de competir con un equipo tan joven como el que teníamos, con una media edad que no llegaba a los 20 años. Jugamos esos partidos sin ser un equipo de genialidades únicamente, sin ser un equipo de fogonazos, sin ser un equipo que un día está muy bien y al otro sufre, sin ser un equipo que cuando le juegan directo o le centran desde banda lo pasa muy mal. Hemos sido capaces de competir en diferentes escenarios y contra diferentes tipos de equipos y eso habla muy bien del trabajo de los jugadores, que han sido capaces de adaptarse a lo que necesitaba un equipo para ser campeón en Tercera.
¿Cómo inculcó a futbolistas que venían acostumbrados a ganar más del 80% de los partidos la importancia de no perder ante ciertos rivales?
Normalmente el jugador es inteligente y detecta las armas de los rivales para hacer daño, detecta cuándo y cómo te está haciendo daño y, cuando eso sucede, tienes que defenderte con tus armas. En el fútbol de cantera, equipos como Deportivo o Celta pasan más tiempo atacando que defendiendo pero, para el futuro de los futbolistas, es muy importante darse cuenta de que un partido es una lucha de equipos, de estilos, una lucha de jugadores... Hay que darle importancia a los duelos y no sólo a los ofensivos. Es muy importante que los jugadores, si quieren llegar al fútbol profesional, sean ganadores de duelos y eso incluye un trabajo defensivo importante. Es fundamental que los centrales sean capaces de defender en situaciones en bloque bajo contra rivales que centran mucho. Es importante que el jugador valore ese trabajo.
¿Consiguió subir el rendimiento defensivo de sus futbolistas?
A mitad de temporada me hiciste una entrevista y me preguntabas de qué partidos me había sentido más orgulloso. Y precisamente es de esos partidos en los que, cuando el equipo es inferior porque en esta categoría hay rivales que muchas veces te superan, como nos pasó en varios partidos durante el año, no sólo no perdimos sino que se dieron un aprendizaje y un crecimiento importante para los jugadores. Me gusta que los futbolistas se queden con que, a veces, el trabajo que se hace sólo te da para sumar un punto y no por eso se cae el mundo.
¿Fue el del Barco en la última jornada el partido en el que más sufrió?
No, los partidos los pasas bien o mal en función de las sensaciones que tienes. Contra el Barco había muchas cosas en juego, pero también las había en el partido del Villalbés, en el del Somozas... Lo pasas mal cuando ves a tu equipo sufrir. Hubo ciertos partidos, como en Vilalba o en O Couto, en los que después de grandes versiones a nivel ofensivo parecía que nos atascábamos y y eso podía provocar que le entrasen dudas al equipo. Cuando ves que hay jugadores que sufren es cuando también sufres tú, sobre todo porque quieres ayudarlos. No especialmente por lo que hay en juego se sufre más.
Con todo lo que había en juego en Calabagueiros, ¿hubo algún momento en el que pudiera disfrutar?
Cuando quedaban tres minutos sabíamos que el Arosa perdía por 2-1 en Vilalba. Tenía que haber dos goles en uno de los partidos y otro en el otro partido. Fue ahí cuando creíamos que estaba hecho o muy cerca, pero sólo en el descuento, nunca antes. Sólo disfruté por lo conseguido en esos dos minutos finales.
¿Cómo fueron esos dos minutos? ¿Se sentó? ¿Se relajó?
Me quedé de pie, como siempre. Me gusta ver los partidos de pie. El entrenador tiene que marcar lo que quiere que haga el equipo en cuanto al juego. Cada vez que miran al banquillo, los jugadores deben ver en todo momento las sensaciones que tú transmites y cómo ves los partidos. Me gusta estar tranquilo y, aunque creíamos que lo teníamos cerca, siempre se puede dar la situación de que los jugadores no sepan jugar esos últimos minutos y quieres estar ahí. Por eso lo vi de pie hasta el final tratando de que los jugadores estuviesen metidos hasta que se pitase el final.
Media de edad de menos de 20 años. ¿Temía que se pudiese notar la falta de experiencia en las últimas jornadas?
Si tienes un equipo demasiado joven, piensas que se puede notar la juventud en ese tipo de partidos. Si tienes un equipo demasiado veterano, puedes pensar que el nivel físico o un ritmo alto te puede hacer sufrir. Preparar a los jugadores para ese tipo de partidos forma parte de la tarea del cuerpo técnico. No sé si para nuestra sorpresa o no, pero el equipo lo supo jugar perfectamente. En partidos muy igualados, como contra el Villalbés, en el que si encajábamos un gol en los últimos minutos ya no dependíamos de nosotros en la última jornada, el equipo lo supo jugar y es algo de lo que estamos especialmente orgullosos.
¿Se pone siempre en el peor de los escenarios o esa un entrenador optimista?
De puertas para adentro siempre te planteas todos los casos posibles. Para fuera, depende de lo que creas que interese en cada momento. A veces, en la charla, les digo a los jugadores “cuando vayamos ganando...” como un mensaje de optimismo para que crean que el equipo va a ir ganando. Antes del partido siempre buscas reforzar a los jugadores, no son momentos para abroncarlos. Pero interiormente siempre piensas en todas las circunstancias. A la hora de hacer una convocatoria piensas en todo. En la última jornada, para la convocatoria contra el Barco, en el banquillo sólo había un defensa, un mediocentro y los demás eran todos atacantes. Podía pasar que fuésemos por debajo del marcador y que tuviésemos que buscar un gol.
Si por algo ha destacado el Fabril esta temporada es por su regularidad pero, ¿ha habido algún bache a nivel de juego?
Todos los equipos tratamos de ser regulares y, sobre todo, de ser regulares ganando. No todos los futbolistas pasan por el mismo momento de juego. Eso se puede ver en las alineaciones o en las rachas de los jugadores en cuanto a participación e importancia dentro del juego. Hay que saber convivir con esos momentos y saber traer a los jugadores al buen nivel. Ser muy regulares no quita que haya esos altibajos en los rendimientos individuales que, lógicamente, condicionan al colectivo.
¿Cree en la frase la ‘suerte del campeón’, por ejemplo, después de lo que pasó en los dos partidos contra el Arteixo?
Sí, sí creo en la suerte del campeón pero también creo que, a lo largo de una temporada, la suerte no suele influir en los resultados de los partidos. Lo que sí creo es que los resultados llaman a los resultados. Si tú eres capaz de marcar el empate contra Alondras en el minuto 92, cuando estás jugando contra el Arteixo en un campo en el que casi no se puede hacer nada, también puedes creer que vas a hacer un gol. Y lo haces. Y cuando estás en el último minuto contra el Arteixo en Abegondo después de sufrir una ocasión clarísima del rival, crees que puedes ganar porque ya lo hiciste más veces. En la suerte confío lo justo. Sé que hay jugadas de más o menos fortuna, pero la suerte hay que trabajarla. No admito la suerte como elemento que participe en los resultados porque suele utilizarse, sobre todo, cuando las cosas te van mal. Igual que no admito las excusas por la lluvia o porque el campo es sintético. Sólo me gusta hablar de lo que puedo controlar y trabajar. Las condiciones ajenas al juego no se pueden trabajar. Hay que trabajar en el juego y en el equipo y después las cosas suceden.
¿Qué le ha enseñado su equipo esta temporada?
He aprendido algo que yo demandaba a mis jugadores desde el principio, que un equipo por ser joven no debe competir peor en determinados escenarios. Un equipo joven no debe competir peor en campos pequeños, ni en días de lluvia o en momentos en los que el juego no tenga continuidad. No por ser jóvenes debemos defender peor un córner. Es cuestión de trabajo y de condiciones. El equipo lo ha hecho tan bien que me ha reafirmado en mi convicción. No creo que haya habido un campeón en Tercera tan joven como nuestro equipo. Sin embargo, hemos mostrado unas condiciones en el juego de regularidad y de seguridad defensiva que normalmente se tienen en cuenta en otro tipo de equipos.
Han sido casi diez meses de trabajo. ¿Ha tenido que lidiar con problemas en el vestuario?
El entrenador es un gestor de todo lo que pasa alrededor del equipo. Lo que pasa con los jugadores, con los jugadores y el club, con el cuerpo técnico, con el equipo... Todo. Es un resolver cosas y a mí me gusta poner los medios para que todo funcione.
¿En qué momento el objetivo del Fabril pasó de ser competir a ser campeón de liga?
El objetivo siempre es competir, pero en el fuero interno de cada uno siempre se quiere ganar y yo siempre quiero que el equipo merezca ganar. Cuando vemos que el equipo hace méritos para ganar habitualmente, te pones primero y llevas dos meses en el liderato empiezas a pensar: ¿por qué no? ¿Por qué no vamos a seguir ahí hasta el final aún sabiendo que eso puede cambiar? Empiezas a querer ser campeón y cuando los rivales ven que no te dan caza, empiezas a creer que puede ser posible.
Siempre ha dicho que nunca ha tenido exigencia de ascenso por parte del club, pero es obvio que sería positivo para el Deportivo.
Esa afirmación no se le escapa a nadie. Cuanto más arriba esté el filial será mejor para la formación de los jugadores. Por parte del club siempre he recibido palabras de ánimo y nos hemos sentido arropados en todo momento y sin la presión de creer que no haciéndolo sería un fracaso.
Como entrenador de rendimiento, ¿prefiere esa libertad o que sus jefes le exijan un objetivo clasificatorio?
No es cuestión de preferencias sino que como entrenadores tenemos que lidiar con todo. Por suerte he entrenado equipos que tenían una obligación por ascender, pero también otros en los que no había ningún objetivo claro y al final se consiguió. Eso te permite apretar o no el acelerador. Ojalá siempre me digan que mis equipos tienen la obligación de ser primeros porque eso significa que me dan buenas plantillas. A partir de ahí, los objetivos se consiguen o no y se responde a las expectativas o no. La obligación de ser campeón viene precedida, se supone, de tener un equipo con unos mimbres para ser primero. Como deportistas y, sobre todo, cuando uno se hace entrenador, el ansia de hacer a tu equipo mejor es una mejora para tratar de ganar. Ese ansia hace que te exijas cada día más y que a los futbolistas les exijas cada día más. Nuestros jugadores han sido conscientes de la exigencia del cuerpo técnico desde el principio porque creemos que esa es la manera en la van a mejorar. Y no es que hayamos tenido más exigencia por ganar esta temporada que la pasada, pero en esta hemos ganado más.
¿Ha notado a los futbolistas más exigidos esta temporada que la pasada?
Creo que no, creo que se ha sentido igual, pero este año hemos ganado más. La exigencia del cuerpo técnico está siempre presente por ese anhelo de que el equipo haga lo necesario para ganar, para que merezca ganar.
Apenas ha tenido bajas por convocatorias con el primer equipo. ¿Hubieses notado que se valoraba más su trabajo si hubiesen jugado más fabrilistas con el Depor?
El club siempre me ha mostrado que mi trabajo se ha valorado independientemente de que haya más o menos convocatorias con el primer equipo. El día a día con el primer equipo en Abegondo es exquisito en ese sentido más allá de la participación o no y siempre se me ha valorado y se me ha reconocido el trabajo tanto a mí como al cuerpo técnico. No tenemos ninguna queja. Evidentemente, cuantos más jugadores de la cantera tengan oportunidad, mucho mejor. Será el tiempo el que dicte quién está preparado y quién no.