El curso pasado el Deportivo prácticamente juntó el final de liga, el caso Fuenlabrada, en agosto, y todo lo que vino después con el traumático descenso con el inicio de otra campaña llena de altibajos, cambios, malos momentos y otros buenos, pero que llegaron tarde.
Ahora, a principios de mayo, el Deportivo finaliza su campaña y tiene por delante un verano con trabajo y deberes por hacer. Confirmar a Rubén de la Barrera, la configuración de la nueva dirección deportiva (tras la salida de Alfonso Serrano y la duda de su Richard Barral seguirá o no) y volver a armar una plantilla competitiva, con las estrecheces presupuestarias ya anunciadas, pero que a la vez tendrá que ser candidata al ascenso.
Un verano largo, con muchos interrogantes, para empezar el conocer cómo será esa Primera RFEF, cuándo empezará, en qué grupo estará enclavado el Deportivo, si finalmente su funcionamiento se parecerá más al resto de competiciones profesionales o si volverá a ser una ruleta rusa.
Un formato que se ha devorado a históricos como el Numancia, el Recreativo de Huelva o el Córdoba. Una quema de la que milagrosamente se salvó el cuadro blanquiazul, que ahora respira aliviado.
La responsabilidad pasa ahora por hacer una necesaria introspección, ver en qué se falló y acertó y marcar una hoja de ruta donde impere la calma y sobre todo la paciencia, algo que ha brillado por su ausencia, no solo esta temporada, sino los últimos cursos en el Deportivo.
Paciencia para construir, para dejar trabajar, para saber que los proyectos necesitan su tiempo y no querer acelerar los procesos.
Un verano para reflexionar, para trabajar y para no cometer los mismos errores que nos han traído hasta aquí.
Y aquí es mucho, visto lo visto lo ocurrido ayer en Soria. Como pidió Bergantiños se minimizaron daños, pero llega ahora un tiempo prudencial para apuntalar lo bueno, pulirlo y comenzar con esos mimbres un futuro menos incierto.