Cuando la pelota no entra en la portería, cuando la canasta se falla empiezan a buscarse razones que expliquen el porqué. Nunca hay un solo factor, influyen varios, pero se suele reducir todo a una cuestión de testiculina, lo que para mí es un error. No se trata solo de rabia, de lucha, de que querer sea poder y simplificar la ecuación no hace que se despeje la X. ¡Ojalá fuese tan sencillo! Los males de los equipos se explican en muchos momentos, a veces es tan simple como que el castillo estaba mal construido desde el principio, otras algo se rompe por el camino… Solo los que están dentro, y no siempre, pueden tener una idea de lo que ocurre.
El factor físico, el táctico, el mental… Este último el gran olvidado, no solo en la pandemia, donde amenaza con ser la cuarta ola y mucho más permanente que el virus. La figura del psicólogo deportivo se está perdiendo en muchos clubes. La hubo, por ejemplo, en la época de Lotina, con Macario Bravo, en la de Natxo González, con Gabriel Pita, pero actualmente no existe esta en el club blanquiazul. Y, pese a que ahora la propiedad esté pensando más en profesionalizar el club (lo que parece una forma eufemística de decir ‘ahorrar’ o lo que es lo mismo, prescindir de algunos trabajadores) esa inversión podría ser más beneficiosa a largo plazo.
No es sencillo en ciertos momentos saber gestionar las emociones, cómo uno se siente, no todas las personas tienen la misma capacidad de resiliencia. Algunas necesitan contarlo, otras prefieren guardárselo, a algunas la presión les estimula, a otras les empequeñece. Hay muchas personalidades distintas en un vestuario y en circunstancias difíciles no es fácil sacar las fuerzas. En el caso del Depor, por encima de todo es un problema de fútbol, de que los procesos no estaban llevando a los resultados esperados y el tiempo y las opciones se agotan, con todo lo grave que eso puede suponer para el futuro y supervivencia de la entidad. Pero se echa en falta que no haya también un foco puesto en lo que puede estar pasando por la mente de los futbolistas, que al final juegan atenazados y a los que un gol en contra les desactiva.
