UNA FE QUE MUEVE MONTAÑAS
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UNA FE QUE MUEVE MONTAÑAS


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Y no fue un sueño. Estamos todos despiertos. El Depor más despierto que nunca, y gracias a ello la Liga ha cobrado otra dimensión. Seguro que hoy los aficionados se siguen frotando los ojos ante lo que presenciamos en Riazor. En condiciones normales, con lo tocado que hemos visto a este Depor durante las últimas semanas de esta temporada, y sabiendo que la cita que se le venía encima al Depor se percibía como un posible destrozo o una derrota abultada, el resultado final (2-1) ha sido increíble. Y con goles de dos gallegos -Joselu y Álex Bergantiños- a una semana de jugarse el derbi galaico. No hace ni un año -fue el 20 de abril de 2016- que el Barça pasó como un ciclón por Riazor y le endosó 8 goles, en un partido en el que Víctor Sánchez del Amo agradeció a sus jugadores haber dado la cara. El domingo muchos dijeron al salir de sus casas antes de dirigirse a Riazor "vamos a ver la goleada del Barça", porque eso es lo que flotaba en el ambiente.

Pero el futbol es maravilloso. Una montaña rusa. Una sensación de emociones, de un sube y baja increíble. La atmósfera corría en un sentido en la previa, pero el viento cambió con el gol de Joselu, que el domingo sí cumplió con creces su misión como delantero del Depor, que no pudo contar por sanción y por lesión con jugadores de la talla de Andone, Luisinho o Sidnei.

El club coruñés salió muy mentalizado. Este Depor, el de este año, sí que dio la cara. Si Víctor Sánchez del Amo salvó la imagen de su equipo derrotado por un sonrojante 8-0, ¿qué habrá que decir después de lo del domingo? Se acaban los panegíricos. Se agotan los epítetos. Fue simplemente sublime, casi tanto, como lo del Barça el miércoles ante los franceses.

El Depor salió a pelear el partido con dignidad. Mirando de frente. Olvidando si el partido es o no de su Liga, lo que confirma que todos los partidos son de la Liga. Todos posibles. Y aunque el campo estuviese plagado de estrellas, con Messi, Luis Suárez, Iniesta, Piqué, Busquets, Jordi Alba, Mascherano, Rakitic, unos mundialistas y campeones del mundo, otros laureados con 26 títulos, fruto de una generación de futbolistas maravillosa y de ensueño, el Depor salió sin complejos. A intentarlo. A luchar con coherencia. a presentar un fútbol diferente, valiente, intenso, concentrado, jugando el papel de un equipo que está en su casa mostrando quién manda. Y es que el Depor también ha tenido jugadores de ensueño. El domingo, los del Depor actual, no son figuras que cuelgan títulos de la pechara, pero volvieron a hacer soñar y a rescatar a ese equipo intratable que vestía de azul y blanco. Los chicos de Mel abrieron el cajón de las remontadas gloriosas. Sí, porque el club blanquiazul también tiene historia, tiene gestas, hazañas, víctimas de enorme grandeza: en Riazor hemos visto al PSG, al Milan, al Bayern de Munich, al Real Madrid o al FC Barcelona hincar la rodilla. Estos dos últimos, especialmente, han caído muchas veces. La mejor, la del 'Centenariazo'. En pleno cumpleaños centenario merengue y en el Bernabéu. Un triunfo que valió una Copa del Rey. La segunda en sus vitrinas.

¿Pero quién abrió el cajón?
Sin duda, hay un nombre. Pepe Mel. En la rueda de prensa posterior al partido, Mel explicó que nada más aterrizar en A Coruña habló con los jugadores de la casa: Pedro Mosquera y Álex Bergantiños, entre otros. Con ellos se empapó de la idiosincrasia del club. Y los rescató para el fútbol y para el Depor. Uno estaba olvidado, como si no existiese o estuviese metido en el baúl de los trastos viejos, pese a que él está lleno de vitalidad, juventud y hambre de fútbol. Y, además, siempre cumple. Sí, ese es Álex Bergantiños, que armó con ilusión y orgullo el brazalete de capitán que ya tenía cubierto de polvo. No contar con él ha sido un mayúsculo error de Gaizka Garitano. Y con Mosquera hizo lo mismo hace una semana en Gijón. A los dos les recordó quiénes son. Con los dos quiere cimentar la reconstrucción del Depor de esta temporada, porque los hombres de la casa son los que mejor entienden la historia de un gran club como el Depor y porque son necesarios en los momentos clave. Álex vino para quedarse, Mosquera también. Y con ellos se forja la remontada. La otra remontada. La de salir del pozo. La de hacer creer que no hay enemigo pequeño y la de que no se es menos por ser un chico de la cantera de A Coruña. En doce días, ocho puntos. Dos victorias (ante Sporting de Gijón y Barça) y dos empates (Atlético de Madrid y Betis). El Depor no había sumado ni un punto en toda la segunda vuelta.

Pepe Mel viene de Sevilla, la capital de la Semana Santa española. Y Mel trajo de la capital andaluza la fe y la conversión. Hizo de San Pablo. El Depor ha visto la luz y ha caído de la burra, aunque San Pablo lo hiciese de un caballo. Esta teoría da para otro tipo de discusiones teológicas, que en esta columna no tienen sentido. Pero con la caída de Gaizka llegó el credo. Mel recuperó la memoria del club para el vestuario y puso los galones en la pechera de quién puede representar el peso de la camiseta blanquiazul y tras cargar las pilas del equipo con mucha psicología, se puso a predicar cuatro reglas de fútbol básicas. Son las reglas que ha manejado siempre Mel. Y siempre le funcionan cuando el viento corre a favor. Son las reglas que no fallan a los entrenadores veteranos y las que suelen traer resultados positivos.

La llegada del nuevo técnico ha traído una nueva mentalidad al equipo y el equipo la ha asumido con una rapidez de vértigo. Está claro que lo necesitaba. La nueva psicología ha abierto un cambio de tendencia. El volantazo que deseaba Tino Fernández con la presentación del entrenador de rescate. Con reglas sencillas ha cosechado tantos puntos como los que sumó en los primeros 8 primeros partidos de Liga con Gaizka Garitano. En cuatro partidos ha conseguido cargar el zurrón y poner distancia al descenso. El objetivo que buscaba el Depor desde que planificó este temporada y la misión que se le encomendaba al entrenador.

Queda aún mucho camino. Mel lo dijo el mismo día que llegó. No cabe dormirse. A punto de entrar en Semana Santa, el Depor ya ha sufrido la penitencia sin haber subido todavía al Calvario. Con el cofrade Mel los jugadores están siguiendo los pasos. Sus jugadores no se duermen pero han vuelto los resultados que hacen soñar o que al menos son de ensueño. La derrota del Barça, tras una semana gloriosa del equipo de Luis Enrique, es un dulce sueño. Así da gusto echarse a dormir y seguir soñando. Ahora que pase el derbi con el Celta. Riazor espera resacoso, pero tranquilo y con tiempo para descansar, otro sueño.

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