El pasado jueves, a media mañana, me llamaba mi primo, recién receptor de la insignia de plata del Club y me trasladaba, en medio de la euforia, el acuerdo al que habían llegado el Deportivo y Abanca para finiquitar la deuda privilegiada que se mantenía con nuestra querida Hacienda.
Ante tamaña noticia, la igualaba a los mayores éxitos alcanzados por el Club coruñés en las mejores épocas deportivas, rápidamente relacioné lo acontecido con “Cuatro Caminos”. Y allí me dirigí raudo y veloz, pensando que todo el deportivismo habría actuado de la misma forma a celebrar tal efeméride. Hacía mis cálculos para ver cómo podía acceder de la forma más cómoda y rápida, teniendo en cuenta los posibles cortes de tráfico. A medida que me iba acercando, mis sensaciones crecían sobre el alcance de la fiesta. Pero mi gozo en un pozo, giraba la esquina de la Ronda de Nelle y comencé a ver que aquello no iba a ser lo que me imaginaba. Allí no se vislumbraba ningún color blanquiazul. Sólo coches girando alrededor de la plaza. Nadie estaba celebrando ninguna victoria, probablemente la de mayor calado económico en la vida del Club. La que casi con toda seguridad le salvaría la vida a corto plazo.
No entendía nada, sólo pensaba que una vez más el fútbol era fútbol. De ahí su grandeza y su penuria. La enorme repercusión de lo que se había conseguido no tenía relevancia social, sólo era recogido, con satisfacción, por los distintos medios de comunicación. No iba con la gran masa social… “Que lo arregle quien le toque arreglar, yo me limito a comprar una acción, a pagar el abono y ver ganar al equipo y cuando no lo hace, pido responsabilidades”. Este podría ser un comentario generalizado. Y así se vivió en la época de Lendoiro, muy pocos fueron los que denunciaban lo que se estaba germinando. Se miró para otro lado sin rubor. Siempre quedaba el Espíritu Santo para solucionarlo. Y después de la peor travesía en el desierto, los peores momentos para la subsistencia de la Entidad, pues sí… Apareció el Espíritu Santo.
Este Consejo de Administración de la mano de Tino Fernández ha conseguido algo realmente espectacular y a la vez sencillo, salvar al Deportivo. Puedo discrepar y discrepo, sobre determinadas gestiones, fichajes, cantera, etc. Cada uno tiene su punto de vista. Pero lo que vale, lo más importante, es que el R. C. Deportivo dio un paso enorme para evitar su disolución. A ello hay que añadirle paralelamente dos actuaciones primordiales, el acuerdo con el Ayuntamiento, vital e ir de la mano de Abanca, enorme ejemplo de la confianza que genera este Consejo entre la élite empresarial.
Ahora este grupo dirigente, depende del acierto o desacierto en la gestión deportiva. La política actual es la de confiar en sus colaboradores-ejecutivos. No podemos decir, hasta ahora, que hubieran fracasado. El equipo se mantuvo en primera división y eso es grandioso. Pero lo malo son las sensaciones y la dirección técnica merece el mayor de los esfuerzos para recuperarlas y facilitar así el trabajo de sus superiores. Se les retribuye como excelentes profesionales y por lo tanto, se les debe pedir su particular responsabilidad. Jugar tanto tiempo en el alambre suele traer malas consecuencias. Es necesario un cambio en el aspecto deportivo.
Mi más sincera felicitación para este Consejo y para Abanca, esto sí que es hacer deportivismo y país.
Permítanme un último apunte… “Los clubs de ACB amenazan con una querella a Lete”. ¡Y qué pensaban!