El Barcelona no ha perdido ningún partido en 31 jornadas de liga. En el torneo de la regularidad no hay quien le tosa, pero el juego del equipo, en líneas generales, no ha sido ni mucho menos brillante. El protagonismo de Ter Stegen y Messi ha estado muy por encima del resto de futbolistas de la plantilla. Ante la Roma, ni Messi marcó ni Ter Stegen hizo paradas milagrosas. Los dos cracks no fueron tan cracks, algo a lo que tienen derecho, y ni otras individualidades ni el juego colectivo fueron capaces de solucionar una eliminatoria con 4-1 a favor en la ida.
Edin Dzeko abrió la lata y la puerta de la esperanza de la Roma. Bosnio, 1,92 metros, 32 años y sprint ‘torpón’, le ganó la espalda a Jordi Alba y no encontró resistencia en Umtiti para marcar el 1-0. El checo Schick, 22 años y 1,86 metros, fue su compañero en punta de ataque y provocó que los dos centrales del Barça tuviesen un partido más exigente de lo esperado no centrando únicamente su atención en un solo delantero. Los dos puntas grandes de la Roma superaron en rendimiento a los dos centrales azulgranas.
El penalti de Piqué fue una señal de debilidad, tanto física como mental. Algo no iba bien cuando uno de los mejores centrales del mundo se veía obligado a agarrar y derribar dentro del área sin ningún tipo de disimulo a un jugador de la Roma en una eliminatoria de Champions. Ter Stegen adivinó y se lanzó bien, pero De Rossi había lanzado un penalti perfecto, casi tanto como el resultado (2-0) que reflejaba el marcador del Olímpico para los romanos.
Normalmente, las ejecuciones en los saques de esquina suelen quedarse más cortas que irse largas, bien sea porque los lanzadores buscan centros muy cerrados, muy tensos o con mucha rosca, y a mí, particularmente, me gusta que esa zona corta esté bien defendida. El Barcelona no solo la tuvo desprotegida en la acción del 3-0 sino que defendió con la ‘marca’ de Semedo sobre Manolas, el futbolista que atacó ese sector. El central griego de 1,89 metros recibió el marcaje del lateral portugués de 1,77 metros y, totalmente suelto, conectó un cabezazo perfecto, cruzado y que no encontró obstáculos hasta llevar el balón a la red.
Es ventajista culpar a Dembelé, que costó un pastizal (más de 100 kilos), de la eliminación del Barça por lanzar por encima del larguero en el descuento cuando el portero de la Roma estaba fuera del área. Lo que llama la atención de su precio y del teórico valor que se le ha atribuido es que se apueste por él a partir del minuto 85, con 3-0 y la eliminatoria en contra, cuando muchos de sus compañeros no podían con las piernas desde el inicio de la segunda parte. Si hacer un gol a la Roma para arreglar la eliminatoria dependía del doble cambio de Alcácer y Dembelé por Semedo y Busquets, habla de un mal planteamiento –lo dudo porque la alineación fue la misma que ganó 4-1 en la ida–, de falta de gasolina –hubo síntomas evidentes en muchos jugadores– o de la falta de recursos ante la novedosa propuesta de la Roma. Yo me tomo la última.