Los ayuntamientos deben invertir en deporte. En que los clubes deportivos de la ciudad tengan una cobertura detrás que los ampare, que les permita subsistir y desarrollar su actividad con plenas garantías. No puede recaer todo el peso de su financiación en ellos mismos y en sus socios/ abonados que pagan cada año religiosamente su cuota.

Es cierto que el beneficio que suponen para la sociedad no se pueda cuantificar con dinero pero, ¿acaso son los consistorios una máquina de hacerlo? Ayudar a estas entidades deportivas termina por influir en la salud de la sociedad.

La existencia de estos clubes y la encomiable labor que llevan a cabo implica muchas cosas: menos personas sedentarias, menos enfermedades como consecuencia de esa falta de actividad física, mejor alimentación, menores índices de obesidad en la población... Los beneficios son muchos, pero parece que a algunos no les llegan para terminar por apostar por el deporte de formación, del que luego se nutren las entidades más profesionales.

Un club deportivo, uno de muchos, se ha visto obligado a iniciar una campaña de recogida de donativos para poder desarrollar su actividad este año. Y todo porque el consistorio se ha negado a mantenerle la subvención que percibía cada año. Una forma de devolverle lo que le aporta a la sociedad. Para poder practicar el deporte que aman los que lo deseen tendrán ahora que pagar una cuota adicional, con el perjuicio económico que esto conlleva. Acorralado, el club incluso ha iniciado una campaña para recaudar más dinero y subsanar así todo aquello que le han negado.

El deporte debería ser algo abierto a todos y no una actividad que pueda sesgar por la capacidad económica de cada persona. Este solo es un caso de los muchos que por desgracia se están dando en los últimos tiempos. El dinero que falta no debe arañarse de ahí, como tampoco de sanidad y educación, los otros pilares de la sociedad. Algunos argumentarán que no hacer esto no cuesta nada pero, a la larga, termina por costar mucho.