La Copa del Rey ya es historia para el Deportivo de La Coruña, que no pudo dar la sorpresa ante el Alavés, pero el jarro de agua fría que supone una derrota y la consiguiente eliminación se contrarresta en este caso con las buenas sensaciones que dejó el equipo en el césped del Abanca-Riazor, una versión mucho más estilizada que la que ha ofrecido en los partidos que lleva en Segunda División B.
Una de las claves fue la liberación de no sentirse favorito. Lejos de la obligación de la Liga, de la responsabilidad que entraña sentirse favorito en cada partido y tener que ganar sí o sí, el Deportivo se sintió cómodo. Soltó esas cinchas que le ataban y demostró talento, capacidad para dominar a un rival de Primera División y estar a punto de dar la sorpresa y seguir adelante en la Copa. Lo evitó un zurdazo de Luis Rioja cuando el encuentro entraba en la recta final, pero quedó demostrado que en la plantilla hay capacidad para mover el balón con el criterio, desborde por banda, lucidez por el medio... Argumentos para creer en el equipo, que ahora debe trasladar todo eso a la Liga.
Y ahí llega lo complicado para el grupo que entrena Fernando Vázquez. En la Copa, no había nervios, ni miedo al fracaso. En el torneo de la regularidad, sí. Eso se ha notado en los partidos, en las piernas de los jugadores, atenazados muchas veces, con ansiedad por demostrar la superioridad que deberían tener en el terreno de juego.
Desde que comenzó la temporada, las sensaciones han ido un paso por detrás de los resultados y eso contribuyó a sembrar dudas que se centraron, principalmente, en el técnico.
Todo eso llevó al presidente del Deportivo, Fernando Vidal, a citarse con el míster de Castrofeito antes de las vacaciones de Navidad, para transmitirle confianza en un momento de incertidumbre por las críticas al equipo tras la primera derrota de la temporada, ante el filial del Celta de Vigo en Riazor (1-2), un traspié que dolió sobre manera.
El último partido oficial de 2020, el de la primera eliminatoria de la Copa del Rey ante El Ejido tampoco ayudó a aumentar el crédito del equipo a pesar del pase a la siguiente ronda y a jugar con diez buena parte del choque. Ni siquiera la goleada del Teresa Herrera mejoró el panorama porque durante algunos minutos, el Deportivo concedió demasiado.
Todo esas aguas revueltas se han reconducido en la Copa ante el Alavés pero ahora toca trasladarlo a lo que de verdad importa, la Liga, al estadio del Zamora, el Ruta de la Plata, en la última jornada de la primera vuelta de Segunda B, que el Deportivo afronta como segundo clasificado.
Talento y sistema
Liberados de la presión, funcionaron las individualidades. Keko Gontán, Celso Borges, Mujaid... y mezcló bien el canterano Manu Mosquera, que aportó lucidez desde la segunda línea, por detrás del delantero centro.
El Deportivo tuvo fluidez con cuatro defensas, fue un equipo que propuso, protagonista en el terreno de juego, superior a su rival a pesar de estar dos categorías por debajo y los mil de Riazor (y los que lo vieron por televisión) se lo agradecieron, más allá de la derrota.