Hari es un rebelde. Anémico y con una camiseta prestada, espera su turno para golpear el balón en un campo de fútbol situado en un bullicioso barrio indio, un modo de alzarse contra la tradición y hegemonía del críquet en la India.
La camiseta de Hari, como la de otros niños que le acompañan, no es una cualquiera: es la del 10 de la albiceleste, la de Lionel Messi, no tan conocido en estas barriadas del estado oriental de Bengala como los héroes nacionales del críquet o estrellas del cine de Bollywood que en carteles publicitarios tapizan sus calles.
Son las 11 de la mañana y los niños se apelotonan en el césped para una prueba de talento de la ONG india Sudeva, que trabaja para cumplir el sueño de los niños que quieren ser futbolistas. “No, (jugador) de críquet no. Futbolista”, responde Hari durante una discusión con sus amigos sobre si le gustaría practicar otro deporte. Si no, “conductor de camión”, agrega el niño de origen nepalí, fanático confeso de Messi.
“El equipo de exploración de Sudeva trabaja las 24 horas (...) Visitamos personalmente áreas remotas, aldeas y pueblos para seleccionar a niños con talento”, explica a Efe el cofundador de la ONG Anuj Gupta.
Pequeñas ligas
El fútbol en este país de 1.300 millones de habitantes, que ocupa el puesto 101 en el ránking de la FIFA por detrás de Palestina, lleva estancado desde hace más de un siglo por falta de financiación y entrenadores, lo que relega al deporte más popular del mundo a pachangas de domingo, pequeñas ligas y partidos sin espectadores.
Pese a tener una población mayor que la de toda Europa, la selección india no ha logrado formar un equipo consistente ni sus jugadores han conseguido destacar fuera del país.
La única clasificación de la India para una Copa del Mundo fue en 1950, cuando quedó seleccionada por defecto tras la retirada de todos sus oponentes, sin embargo, el equipo indio decidió finalmente no viajar a Brasil.
Gupta opina que el fútbol en el gigante asiático se enfrenta a grandes dificultades debido a la deficiente infraestructura, la falta de capacitación de entrenadores y la ausencia de equipos infantiles, la etapa clave para comenzar a formar talentos.
Además la malnutrición golpea también a muchos de esos jóvenes apasionados por el fútbol, con el consecuente efecto en sus habilidades deportivas, agrega el también vicepresidente de la Asociación de Fútbol de Nueva Delhi.
Apoyo a los menores
Ante este ecosistema deportivo, Sudeva trata de revertir la situación ofreciendo a niños seleccionados en todo el país, en su mayoría de origen humilde, residencia, entrenamiento profesional, un programa nutricional, fisioterapia y clases de yoga.
El equipo español CD Olímpic de Xàtiva, del que participa Sudeva, ha logrado además que varios de estos niños crucen medio mundo para aprender en las filas de este club de la Tercera División.
Para Sudeva, una de las principales canteras de jugadores se encuentra en el noreste de la India, una región unida al resto del territorio nacional por una pequeña franja y donde las diferencias con el resto de compatriotas, tanto físicas como étnicas, son marcadas.
Las características especiales de los jugadores del noreste son producto de “un ecosistema natural de atletas”, lo que está relacionado con la influencia de inmigrantes y las tribus de la zona con una genética inclinada al mejor desarrollo físico, explica a Efe Vijay Hakari, otro de los cofundadores de Sudeva.
“Por ejemplo, niños que viven en las montañas son grandes corredores, son rápidos y juegan muy bien como puntas”, dice el cofundador.
Esta clara pasión por el fútbol en la región se percibe en un partido de la Súper Liga india en el estado nororiental de Assam, con la hinchada frenética sacudiendo las gradas con consignas mientras otros sorben tazas de té humeante.
Y es que aunque concentra menos del 4% de la población del país, los estados del noreste producen la mitad de los jugadores del gigante asiático, según datos de la liga.
“Es el Brasil de la India”, asegura un aficionado.
Por ello Sudeva acude hasta allí con frecuencia, y durante las pruebas se forman con facilidad filas de pequeños aspirantes con brazos y piernas tatuados con números telefónicos. “Es para que llamen a mis padres si soy seleccionado”, explica uno de los niños.