El fútbol dicen que es un estado de ánimo y en el caso del Deportivo ahora mismo para definirlo podríamos utilizar el término euforia. ¿Qué ha cambiado? La cara de los blanquiazules ha mudado tanto en menos de un mes que resulta difícil de explicar. Parte de la mejoría comenzó con aquel cabezazo de Peru Nolaskoain en el partido contra el Tenerife, entonces con Luis César Sampedro en el banquillo.
La llegada de Fernando Vázquez puso la primera piedra en la reconciliación entre afición y equipo, pero fueron las actuaciones en el verde las que han acabado de hacer reconocible a una escuadra en la que muchos jugadores parecen otros.
La solidaridad defensiva, la mejor colocación en el campo y la intensidad son totalmente distintas.
Prácticamente los mismos futbolistas que habían sido incapaces de ganar más que un partido en diecinueve jornadas y que ahora llevan cuatro seguidos.
Vázquez les ha dado un empujón, creen ahora más que nunca, ven el ídolo de masas que es el de Castrofeito, más aclamado incluso que los propios futbolistas, y que corre la banda de nuevo para deleite de una hinchada que empezó a ver la luz con su llegada.
Puede que no sea un mago, él mismo lo dijo, pero el Deportivo y sus seguidores, parecen otros. Todo el mundo daba ya por muertos a los blanquiazules y, aunque aún queda mucho por remar, las sensaciones son ahora totalmente opuestas a las de antaño.
La Segunda División es muy larga y los coruñeses tendrán que pelear mucho, pero ese camino lo van a recorrer de la mano de una afición a la que nunca perdieron, pero a la que habían decepcionado en muchas ocasiones
