Los equipos están inmersos en las configuración de las plantillas, en encajar las nuevas piezas con los jugadores que siguen del curso pasado. Es una puesta a punto inicial, pero nunca definitiva, pues el ritmo, el tono y la forma lo dan el paso de las jornadas de competición.
Llegan también los amistosos, donde de inicio es complicado sacar conclusiones, tanto positivas como negativas. Las plantillas necesitan tiempo para acoplarse y los jugadores para mostrar su mejor versión.
La meta es llegar con las mejores garantías posibles a la primera jornada liguera, pero el margen de mejora es algo que se va alcanzando con el paso de los partidos. Entremedias, siguen produciéndose movimientos en el mercado de fichajes, tanto de entradas como de salidas, con vistas a que el plantel definitivo esté disponible cuanto antes para el técnico.
Otro de los quebraderos de cabeza de las precampañas es el hecho de empezarlas muchas veces con hasta 30 jugadores (como en la época de Irureta) para acabar terminando con una plantilla más corta. Asignatura pendiente de la mayoría de las escuadras , que tienen que tratar de colocar a jugadores de fichas más altas y con su economía, muchas veces condicionada, armar un grupo lo más competitivo posible.
Un montón de temas que resolver por delante y un margen de tiempo muy escaso forman parte de una vorágine que es este mercado estival en el que los teléfonos de los directores deportivos echan humo. Un tiempo en el que se ponen los cimientos de lo que será el resto del curso y que hay que cuidar, pero que no es definitivo.
El éxito o el fracaso se irán fraguando semana a semana durante la campaña, con cada entrenamiento, con cada partido y convirtiendo al equipo en una familia, en un búnker, en el que todos se apoyen y en el que os conflictos se resuelvan de puertas para adentro.
Un trabajo continuado, en el que hay que ser perseverante y que se vale de la pretemporada, que es la que a la postre la que marca el camino.
