Esta semana se conoció, por boca de Luis Enrique y a través de su cuenta de Twitter, el fallecimiento de su hija Xana. El seleccionador nacional, que había dejado el combinado nacional a finales del mes de marzo, desvelaba así los motivos que le habían llevado a dejar el equipo.
Una vez conocida la trágica razón, muchos periodistas se dedicaron a ensalzar el hecho de que no se hubiese producido ninguna filtración durante esos meses y el cuidado y el respeto con el que se había tratado el tema. No creo que tengamos que darnos palmaditas en la espalda por ello, lo siento.
Es lo mínimo. Nuestra profesión se mide también por la ética con la que ejercemos nuestro trabajo. Ante todo somos personas y haber contado cuando saltó la noticia de su marcha los motivos habría sido propio de buitres, no de seres humanos. Me niego a pensar que tengamos que felicitarnos por tener humanidad y dos dedos de frente porque, si tenemos que hacerlo, es que realmente el periodismo está todavía peor que lo que pensaba.
Es cierto que de un tiempo a esta parte, la fama que viene acompañado de los que ejercemos el periodismo no es la mejor, y no digamos si nos referimos al deportivo. ¿La culpa? Un consumo de cierto tipo de periodismo de usar y tirar, en el que valen más los gritos y las discusiones de taberna.
Pero, ahí está, triunfando, sino ya habría desaparecido, lo que da una idea de que no a todo el mundo le desagrada esta forma de entender la información. Lo que no quiere decir que debamos renunciar a ese periodismo riguroso, en el que se contraste la información, y en el que tenga más importancia la veracidad que la inmediatez. Y que ser buena persona está reñido con ser un buen periodista, es más, una vez alguien me dijo que es vital la unión de ambas cualidades.
Así que intentemos serlo, pongamos por encima de todo el respeto por bandera sobre lo que contamos, de quién lo contamos y cómo lo contamos. Y no tengamos miedo de ensalzar la valía de otros compañeros de profesión, recordando que no somos menos por citar al que adelantada una información. Aplaudir un logro del de al lado no te empequeñece, sino que te agranda. Y por supuesto, no olvidemos nunca que la noticia no somos nosotros, sino lo que contamos..
