E s difícil de entender lo que está ocurriendo con los Mundiales de Atletismo en Doha, que pasarán a la historia por las penosas condiciones a las que están siendo sometidos los atletas, obligados a competir por la noche, pero que no escapan a las altas temperaturas y a la terrible humedad.
El último capítulo de este despropósito se vivió en la maratón femenina, que únicamente culminaron 40 mujeres, una competición disputada a medianoche, con casi 33 grados (40 de sensación térmica en el asfalto) y una humedad del 73%. La escena dantesca de atletas tambaleándose, al borde del colapso, siendo atendidas por los médicos, cubiertas de bolsas de hielo, extenuadas hasta el extremo y poniendo en peligro sus vidas. Y todo ello sin apenas público y bajo la atenta mirada del presidente de la IAAF, Sebastian Coe, al que se le debería caer la cara de vergüenza.
Muchos piensan que habría supuesto menos descrédito para la IAAF suspenderlo que llevar a cabo la prueba reina en tan deplorables condiciones. La ganadora, la keniana Ruth Chepngetich, firmó el tiempo más lento de la historia de los Mundiales y la española Marta Galimany logró la decimosexta plaza. 68 comenzaron la prueba, solo 40 la finalizaron. Récord de abandonos, con varias atletas que terminaron en el hospital.
Las deportistas alzaron la voz ante las condiciones de la prueba, que pusieron en riesgo sus vidas y los ocultos intereses de un puñado de dirigentes que consideraron idóneo llevar hasta aquí los Mundiales.
Queda todavía el maratón de hombres el próximo sábado como colofón a una infamia. La misma que traerá el Mundial 2022 de fútbol a Qatar, otra jugada maestra, en la que los petrodólares justifican, entre otras cosas, las inhumanas condiciones para los trabajadores que están construyendo estadios e instalaciones. Una Copa del Mundo que se disputará del 21 de noviembre al 18 de diciembre y que paralizará las competiciones europeas, trastocando calendarios y planificaciones deportivas.
Pero nada de eso importa, ni los precedentes vistos en estos Mundiales, porque, y no es nada incomprensible, lo que manda aquí son el dinero y los intereses, y en esa tabla de valores respeto y deportistas ocupan el último escalón.
