Aunque es muy bonito fantasear con que con la victoria ante el Numancia el Deportivo ha iniciado un punto de inflexión pero realmente la principal diferencia, sobre todo con respecto al partido ante Osasuna, es que entró la pelotita. El acierto que no se tuvo ante el cuadro rojillo, y en los pocos minutos que inquietó al Extremadura, sí que existió frente al conjunto soriano.
Una puntería como hacía tiempo que no se recordaba, pues el Deportivo ganaba 0-2 cuando aún no se habían cumplido los primeros diez minutos de juego.
Un encuentro que no sería plácido, por lo que se jugaba también el rival, y que se convirtió en una montaña rusa de emociones con la expulsión de Somma y el posterior gol de Guillermo.
Los blanquiazules hicieron algunas cosas mejores con respecto a otros duelos, siendo más ordenados y sobre todo más solidarios en las ayudas, con un Bergantiños que volvió a su posición natural y al once y, tras su actuación en Los Pajaritos, parece claro que es donde tiene que estar. Arriba pólvora y futbolistas con mucho fútbol en sus botas: Fede Cartabia, Borja Valle, Quique González y Carlos Fernández.
No necesitó marcar el sevillano para que su presencia en el campo fuese importante. Su compañero en el ataque, Quique, juega con más libertad con el hispalense en el verde, hace que se tengan que multiplicar las vigilancias en la zaga rival y tiene poderío por alto.
Uno se pregunta qué habría sido de este Deportivo si no hubiese estado lesionado tantas jornadas: quizá no habría cambiado nada, quizá habría cambiado todo. Lo que está claro es que, pese a todo, el cuadro blanquiazul sigue en la pelea por el playoff, descartado ya el ascenso directo. Y se encuentra en plena pugna deportiva rodeado de la controversia que supuso la renuncia del Consejo, claramente inoportuno el momento escogido, y que llega poco después de que tomasen la determinación de cesar a Natxo González, su última decisión en su hoja de servicios.
El Deportivo tiene que recuperar en tiempo récord los puntos que se ha ido dejando por el camino para en este esprint final colarse en un playoff que hasta hace poco se veía como recelo, pero que ahora ya se antoja como el mayor de los premios. Y todo pasará, al margen del buen juego, por lo que dictamine la tiranía de la pelotita. Porque, no nos engañemos, al final lo que cuenta es el acierto.
