Ya no se fabrican futbolistas como él. Es uno de esos jugadores por los que, como se suele decir, vale la pena pagar una entrada. Y, ojo, no exige que el césped sea natural y esté a 22 milímetros ni hay que pagar un billete de 15 o 10 euros para verle en acción porque los partidos de Silva en casa –peculiaridades de las instalaciones municipales de A Coruña–son gratis.
Hace seis temporadas que llegó al Silva, cuando el equipo estaba en Preferente, y el próximo 27 de diciembre cumplirá 35 años. Quién lo diría (lo de su edad). Marcos Gómez López-Rioboo finalizó sus estudios de Fisioterapia en 2005 y orientó su carrera profesional al estudio y práctica clínica en Osteopatía. La formación y el trabajo le han impedido, como a muchos otros obreros de la Tercera División, asistir a partidos y a entrenamientos. En cambio, ha dejado el fútbol de lado.
Su perfil futbolístico poco tiene que ver con el de la presencia o la condición física aunque, también hay que decirlo, engaña. Y no se arruga, y aprieta y rasca cuando toca. Pero su pie izquierdo eclipsa a todas sus demás características. En el lanzamiento de las faltas me recuerda a Messi, que ha ganado precisión y efectividad con el paso de las temporadas. Los equipos que juegan contra el Silva, como los que juegan contra el Barcelona, tienen prohibido cometer faltas en el borde de su área.
Y sin saberlo a ciencia cierta, da la sensación de que es uno de esos futbolistas que es líder en su equipo y al que no le hace falta abrir la boca para expresarse y para contagiar al resto de su compañeros. Bossa, el último gran francotirador de la Tercera gallega, jugó hasta los 38 años en el As Pontes y consiguió un ascenso a Tercera marcando 13 goles y disputando cerca de 3.000 minutos. Marcos Gómez, con una de las mejores zurdas de la categoría, dio un recital el pasado domingo en As Eiroas. Y sin marcar ningún gol. Y tal vez sin entrenar cuatro días. Pero con una zurda impresionante
