Ponerse las pilas
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Me decía el Sr. Sobrino, maestro del periodismo deportivo, allá por el área sanitaria ourensana (tal y como recomiendan ahora dividir Galicia en época de pandemia), que resulta complicado centrar el tema deportivo en cualquier debate actual. Que la gente tiene la cabeza en otros sitios. Si hiciésemos una encuesta sobre los parámetros adecuados para volver a una normalidad competitiva, veríamos que todo está en “pañales”, el interés deportivo “de la calle” resultaría irrisorio. Lo más cercano actualmente está en salir a correr, cuando lo autoriza el gobierno central a través de las normativas generadas por el estado de alarma. 

Sabiendo por dónde van los tiros, es obvio que la prioridad central está en cómo salimos de esta. Pero el deporte tiene su propio corazón. La capacidad de generar, a través de sus beneficios, respuestas sociales, físicas y económicas. Canales muy bien definidos.

Nadie pone en duda el beneficio personal que genera un buen trabajo físico. Su influencia en la salud es primordial en el día a día.
En el social, tampoco hay la menor duda, su aportación es notoria. Es tan grande su capacidad de atracción en determinadas especialidades que, “personajes opacos”, incluso lo llegan a calificar como el “opio del pueblo”.

Y por último, las cifras macro económicas. El movimiento en este parámetro realmente es espectacular. Los grandes “lobbies” lo saben perfectamente y así actúan en consecuencia.

Es decir y sin ánimo a equivocarme, el deporte es un bien muy preciado pero al que se le trata de forma cicatera. Sigo sin comprender como, desde las estructuras políticas, no se mueven los hilos precisos para que todo pueda fluir de la mejor manera. Gran parte de que las actividades funcionen, está en manos de cientos de directivos voluntarios que en muchos casos, sufren las consecuencias de sus iniciativas. Con riesgo incluso de su propia economía.

Si esto pasa en las condiciones normales con las que convivíamos hasta ahora, ya me contarán que sucederá a partir de la fecha. 
Somos conscientes de que este barco hay que reflotarlo. Dentro de los protocolos sanitarios obligatorios, la vida está por delante de cualquier iniciativa, se debe mirar para adelante. Tratar de que todo pueda finalizar, sobre el parquet, sobre la hierba, sobre el agua… de la mejor manera, para que se pueda generar una continuidad. Nunca una ruptura con el futuro.

Puedo resultarles reiterativo en las últimas semanas, pero me asusta la paralización que veo en los despachos, la falta de progresión en las previsiones.

Espero y deseo que en el mes de junio, la actividad de muchos clubes sea una noticia habitual en todos los frentes informativos. Si no fuese así, mal panorama se nos presentará.

Un último apunte. “El Liceo quiere jugar en Portugal”, titular de prensa de principio de semana. Este aldabonazo mediático lanzado por el club coruñés, entiendo que es motivado por los daños colaterales que propician las decisiones federativas españolas, el cerrar el despacho y que se las arreglen. Vamos… quitarse el “muerto” de encima. Mi apoyo personal a los liceístas, pero, con perdón por la comparación, cualquier día el equipo de mi barrio solicita jugar en Islandia, porque aún está esperando que le arreglen el campo de fútbol prometido desde hace años. Hablo de Eiris.  Sentidiño por favor. 

“Ya queda menos”. Como siempre un placer

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