Calcular plazos para retomar las competiciones deportivas empieza a ser una quimera. La primera quincena de confinamiento, tras decretar el Estado de Alarma, parecía un tiempo prudencial para volver a la normalidad pero, poco a poco, contrastando los datos y la información que transmitía la comunidad científica y ejecutaban los gobiernos, hemos llegado a la conclusión –si se puede ser concluyente en este asunto- que la llamada vuelta a la normalidad será más lenta de lo previsto. Irá por parroquias, es decir, primero los sectores menos expuestos al contagio y progresivamente el resto.
Hay voces que incluso alertan del riesgo de nuevos rebrotes que posiblemente obligarían a volver al encierro. Es de esperar que si éste repunte se produjera, se incrementen los recursos de nuestros servicios sanitarios y que la experiencia vivida estos meses por quienes dirigen el asunto hagan más eficaz la lucha contra el virus.
En el caso del reinicio de la actividad competitiva, es necesario volver la mirada a los países que de alguna manera tienen controlado al bicho. Si tomamos como referencia a China, origen de la epidemia y donde parece que se han tomado las medidas más eficaces para gobernarla, no se puede hablar todavía de una vuelta a la normalidad deportiva. Mientras los equipos han empezado los entrenamientos, la Federación china de fútbol ha comunicado a los clubes que les avisará con un mes antelación. La impresión es que antes de junio, y hasta bien avanzado ese mes, no volverá a rodar el balón en el país asiático. Hay que añadir que las fronteras chinas para los extranjeros continúan cerradas por el temor a que lleguen nuevos infectados, con el consiguiente perjuicio para los clubes que ven como sus jugadores y entrenadores foráneos siguen pasando la cuarentena en sus países de origen.
¿Y qué conclusiones podemos sacar de esta situación pensando en nuestro país? Pocas pero la más cierta es que pese a la minuciosa planificación diseñada por la LFP para la vuelta a las competiciones, éstas no volverán hasta que existe una situación de seguridad casi absoluta. Y esto quiere decir, ni más ni menos, que la temida suspensión de las competiciones en curso es cada día más verosímil.
