Después de algunas carreras, en las redacciones recibimos comunicados de prensa por parte de diversas competiciones y equipos, informándonos de su actividad. Este tipo de acciones hay que valorarlas muy positivamente, pues demuestran ánimo de difusión, muy interesante de cara a los patrocinadores. Pero además en ocasiones, permiten descubrir y admirar el simpar ingenio con el que algunos pilotos proceden a la exaltación hiperbólica de sus presuntas hazañas.
Cuando el redactor encargado de filtrar estos envíos no es capaz de ponderar la importancia relativa de los hechos (porque no tiene ni idea de coches, y a lo que generalmente se dedica es a escribir de fútbol o baloncesto), se publica sin más, y la vocación informativa queda sujeta al grado de saludable escepticismo que los lectores apliquen, acerca de la moto que les han querido vender. Pero me parece intolerable que en esos casos, quede inadvertido el fino sentido del humor, y el desparpajo que el piloto ha necesitado para convertir una participación superflua en un slalom de pueblo, en poco menos que el triunfo en Le Mans. Me apena ver cómo se malgasta el talento de pilotos que se arrastran por los tramos o circuitos, cuando en realidad son unos cracks en los despachos y las cafeterías.
No debemos permitir que personajes que exhiben tan pocos reparos para hablar bien de sí mismos, que no se sonrojan exhibiendo un palmarés sustentado por falacias, y que además encuentran siempre el escenario más apropiado para poder ganar sin competencia, vean desperdiciadas sus aptitudes y su talento en un ámbito restringido al automovilismo. Es gente especial, hecha sin duda de la misma pasta de la que están hechos nuestros actuales líderes. Deben lanzarse urgentemente a la política.
