Al palo largo (3)
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Al palo largo (3)


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Actualmente se escribe, en demasiadas ocasiones desgraciadamente, sobre el tema de la violencia en el fútbol; centrándose, la mayor parte de ellas, en la parte física. De este modo, la violencia verbal queda relegada a un segundo plano; convirtiéndose así en un caldo de cultivo perfecto para la primera y, lo más triste de todo, normalizándose dentro de los campos de fútbol. Existe una especie de aceptación-normalización social sobre el hecho de que si juegas, entrenas o arbitras en fútbol va implícito, con el puesto o cargo (va en el sueldo, como dicen), tener que soportar, sin poder rechistar insultos, gestos, gritos… Es así y punto. Así está montado y si no estás de acuerdo o no lo aguantas no arbitres, juegues o entrenes. ¡Tremendo! 


Todo esto es algo que está normalizado y a la orden del día en cualquier campo de fútbol de cualquier categoría, y, si alguien en la grada insulta o falta al respeto, nadie se extraña. Es más, en determinados casos, le ríen las 'gracietas' y le azuzan para que continúe con su show. Nadie se extraña si se acuerdan de la madre del linier por pitar un fuera de juego en contra, si le faltan al respeto al entrenador visitante (o local), si insultan a un jugador y toda su familia por celebrar con normalidad un gol o simplemente por estar jugando… Nadie se extraña, por lo que, esos energúmenos, al partido siguiente, seguirán 'largando' lo que quieran y campando a sus anchas por las gradas repitiendo dichos comportamientos.

Todo este tipo de comportamientos, relacionados con la violencia verbal, se mueven en una estrecha línea, una línea que, a veces, se traspasa como, por ejemplo, sucedió en el caso de Melchor, jugador del Algeciras, que durante un partido defendió a su fisioterapeuta de insultos machistas -el machismo en el fútbol podría ser otro tema a tratar…-. Al salir del partido, en los aledaños del estadio, un hincha rival, que formó parte de los agresores verbales de la fisioterapeuta, agredió al jugador bajo el arrimo de las siguientes palabras: “Yo pago una entrada y tengo derecho a insultar”. Esas fueron sus palabras textuales y creo que no hay nada más que añadir.


Entiendo que la solución a este problema no es fácil pero, quizás, un trabajo de concienciación ya desde el fútbol base sería una buena base sobre la que empezar. Todos conocemos una gran cantidad de episodios de violencia, sea del tipo que sea, sucedidos en el fútbol base. No hay más que ir a un partido de niños para escuchar y ver cosas con las que se te cae el alma al suelo. Además del trabajo con y sobre los padres; los futuros jugadores (y personas) son los niños y, por ello, entiendo que sería el lugar idóneo para empezar a tratarlo.

Hay algunos ejemplos de pioneros como fue, en su momento, el árbitro malagueño de fútbol base Ángel Jiménez, creador de la iniciativa 'Deporte sin insultos'. Este colegiado interrumpe los partidos de fútbol en los que arbitra cuando se falta el respeto a los jugadores, entrenadores o árbitros para educar a quienes están en las gradas y así evitar la violencia en el deporte. En una entrevista, de hace ya casi una década, declaraba: “Al primer insulto que escucho en el campo o en la grada, advierto a los delegados; al segundo, llamo a la policía; y al tercero, suspendo el partido". Más adelante aclaraba que nunca llegó al tercer aviso, ni una vez. Los padres, entrenadores, directivos... ya sabían lo que había. En relación a lo que comentaba anteriormente de la “normalización” de la violencia verbal en el fútbol el colegiado decía: “¿Imaginas a 12.000 personas insultando a Rafa Nadal? El gamberro que insulta en el fútbol se calla en el tenis". Pues eso; es un mal endémico a este deporte en todos sus niveles o categorías.


Al igual que el cuerpo arbitral toma sus medidas, como la comentada anteriormente, desde las escuelas o clubes de fútbol también deberían 'mojarse' y actuar. A mí se me ocurre que, por ejemplo, podrían establecer un régimen interno de comportamiento (y cumplirlo) tanto para jugadores como para padres. Un régimen que, además de sus normas de comportamiento, debería recoger las correspondientes sanciones -no dejar asistir a los padres/madres a los partidos/entrenamientos en caso de mal comportamiento, insultos…-. Dicho régimen, jugadores y familias, deberían firmarlo en el momento del ingreso; quedando así, enterados y 'obligados' al cumplimiento del mismo. 


Los entrenadores y jugadores también tienen su grado de culpa/responsabilidad. En este punto creo que todos vemos, constantemente, comportamientos censurables, tanto en el fútbol amateur como en el profesional, de jugadores y entrenadores. Sin ir más lejos, recientemente leía atónito una noticia sobre un chico de la zona de Ponteareas, al cual, supuestamente, sus rivales le agarraron por el cuello, le tiraron al suelo, le dieron patadas, le rompieron la nariz… Si eso fue así realmente me parece increíble (y lamentable) que una persona vaya un fin de semana a jugar un partido y acabe en el hospital por agresiones tan salvajes. El chico también declaraba en la entrevista que cuando los sanitarios lo sacaban en camilla del vestuario la grada se mofaba de él...


Por último y más importante, son las instituciones o federaciones las que deben dar un paso adelante y legislar de alguna forma todo esto. Se me antoja difícil, por no decir imposible, que estos personajes dejen de montar sus shows en los campos de fútbol para ahogar sus penas y frustraciones. Por ello, creo que una legislación específica podría ser una poderosa herramienta para disminuir este tipo de comportamientos. Es triste pensar que tiene que existir una ley para que haya un comportamiento correcto dentro de cualquier campo de fútbol; pero en este país funcionamos así. Es triste, pero es así. Sobre este aspecto me gustaría añadir que la Federación Galega de Fútbol, de forma muy acertada, emitió una circular (Nº 10) el 28 de agosto del año pasado, en la cual establece qué constituirá violencia verbal y el protocolo de actuación correspondiente. Primera medida: el árbitro comunica al delegado de campo para que este advierta de forma directa o por megafonía al autor o autores. Segunda medida: si persiste podrá suspender temporalmente el encuentro para que el autor o autores sea expulsado. Tercera medida: puede suspender definitivamente el partido.


El tema de este artículo realmente es bastante triste y oscuro y me gustaría acabar con algo más positivo y agradable comentando cómo acaban los partidos de fútbol en muchos países nórdicos. Estos no solo concluyen con el saludo entre los jugadores de ambos equipos; sino que se reúnen en el medio campo, unos enfrente de los otros, y ambos capitanes dedican unas palabras al rival agradeciendo su esfuerzo, felicitando a vencedores y a vencidos, destacando el gran papel realizado. ¡Sería increíble que fuese así siempre!


Seguramente este artículo no aporte nada de luz al tema; pero sólo me gustaría utilizarlo para decirle a todos esos que, cada domingo, justifican su penoso comportamiento con un “yo pagué mi entrada” que eso NO es así, que con su entrada (o carnet) solo tienen, como cualquier otro espectador, derecho a disfrutar de las instalaciones y del partido y si algo no le gusta es cosa suya; no de la familia del árbitro, entrenador, jugadores... Nadie le da derecho a faltar al respeto a nadie y mucho menos un carnet de socio o una entrada para un partido.


Besos y abrazos para todos.

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